lunes, 14 de noviembre de 2022

¿Para qué la historia?

 Por: Guillermo Zuluaga Ceballos- C.S.-Periodista e Historiador *

Hace unos meses en una investigación que realizo sobre la cooperativa de municipalidades de Antioquia,  una entidad que ya muchos quizá ni recuerdan y  que fue tan importante para el desarrollo del departamento y que a lo mejor  sea la mamá de este Instituto en el cual ahora estamos congregados, le pregunté a uno de sus gerentes,  cuál era su mayor satisfacción al frente de aquella cooperativa.  Y  el hombre que sabe de sistemas,  que sabe de gerencia y que tenía tanto para contar sobre grandes ejecuciones, se le iluminaron los ojos cuando empezó a narrar sobre un momento en el cual su jefe,  el gobernador de Antioquia,  le puso la tarea de llevar energía eléctrica al municipio de Vigía del Fuerte.

Néstor Díaz Montoya me recordaba cuando Álvaro Villegas Moreno lo llamó a decirle:  Yo a ese pueblo no lo puedo dejar sin energía eléctrica esta Navidad.  Era el 20 o el 21 de diciembre y él reunió  a su mejor gente y se inventaron el repuesto  para la planta eléctrica y tuvieron que llevarlo en helicóptero y luego en balsa por el rio.  Al Doctor Néstor que podía estarme hablando de hospitales construidos o de palacios municipales por inaugurar,  le brillaban tanto los ojos al hablar,  que también yo  alcancé a imaginarme la mirada chispeante de algún niño de esta comunidad marginal del departamento,  que  a lo mejor sentía que el Estado  los tenía en cuenta y que al menos,  a pesar de sus tristezas, de sus sueños aplazados,  esa Navidad no la pasarían a oscuras.

De pequeñas grandes anécdotas  como esta,   está cargada la historia de nuestro departamento.  Y me disculpan que no venga a hablarles de HI, o del Metro de Medellín o de nuestro querido Hospital SV de Paul, justo hoy cuando promovemos una nueva convocatoria del Premio a la investigación histórica del departamento y tengo la fortuna de estar acá y de preguntarme,  de preguntarles a todos ustedes y me disculpan el atrevimiento,  si tiene sentido la historia y la respuesta es sí.  Y podría traer frases muy conocidas como aquellas de que  Quién no conoce su historia está condenado a repetirla;  o también otra que dice que la historia es importante porque el pasado puede iluminar nuestro futuro.  Sería  fácil caer en ese lugar común, en esa frase hecha para salir de apuros,  pero también ahora se me ocurre una y quiero recordarla: Y es que en estos tiempos de inmediateces, donde todo es superficial y desechable y tiene fecha de vencimiento,  las ciencias humanas Y en especial la historia son importantes porque son las que le dan sentido y significado a nuestras existencias. Yo pienso en ese momento en que le ayudé a evocar a aquel gerente esa pequeña gran gesta de  llevar energía, luz simbólicamente hablando,  a esos habitantes de Vigía; es más, gracias a mi oficio, pienso en la sonrisa de algún niño,  en  algún recodo del tiempo, y me alegro,  y sí eso me alegra, entonces pienso que tiene sentido nuestro oficio. Dejar plasmado en unas palabras que también son imágenes, ese momento, quizá sea tan trascendente o más, que una enciclopedia sobre alguna  de nuestras tantas guerras.    

Pienso en la historia y se me ocurre que esta es como ese viejo árbol que se está al lado del camino y del cual,  aunque a veces no le queremos dar su verdadera importancia, en los momentos de calor, vamos hasta él,  nos arropamos en su sombra y esta nos da el aliciente, el valor,  para querer levantarnos de nuevo y volver a comenzar el camino. “Ajá, Manuel, cuando has visto al abuelo de mal genio cuando él está debajo de un árbol”, le preguntó con tanta sapiencia la abuela al niño Santiago Manuel Martínez, hoy diputado de Antioquia.  Tenía razón aquella vieja. La  historia es como ese árbol, ese bálsamo en una tarde de estío,  o también como ese árbol ya hecho  tronco que,  a veces náufragos de estos tiempos,  nos aferramos para intentar sobreaguar y llegar a una playa y volver a comenzar nuestra vida.

A veces el pasado nos salva. Ahora,  menciono ese momento difícil,  ese en el que tenemos que buscar ese árbol,  ese  contexto de crisis como los que vivimos actualmente y quiero recordar mis clases en la Universidad Nacional cuando nos decían que las crisis no había que mirarlas como algo negativo,  que las crisis, desde la Historia había que mirarlas como puntos de quiebre,  como puntos de inflexión que nos llevan a pensar en nuevos caminos.

Digamos que esta sociedad también vive su crisis. Y la Historia en tanto ciencia social, también la vive.  Y  ya entonces esa Historia Patria,  esa historia que ayudó a consolidar nuestras ideas de Nación están un poco en crisis y habría que replantear ciertas creencias, ciertos dogmas.  Y como al  Gerente Julián Vásquez le gusta apostar duro, cómo nos podría servir el lanzamiento de este nuevo Premio para que también desde acá pensemos en replantear un poco y no seguir contando esa historia patria,  esa historia de una Antioquia grande,  de una Antioquia construida en torno a próceres y arzobispos –que fueron valiosos claro- pero ahora pensarla también desde abajo. Por ejemplo,  No desde el Gerente que lleva la energía, sino desde la mirada iluminada del niño que la recibe.

Se me ocurre,  solo como una forma de incitación, que la historia del departamento podría tener nuevas miradas: un amigo historiador, estos días me decía:  nos han contado la historia de los arrieros pero desde un punto de vista épico,  romántico.  Pero por qué no miramos –reflexionaba él-  también  a los arrieros como  empresarios:  O  cómo podríamos catalogar en estos tiempos  a alguien que invierte un capital para hacerse a doscientas mulas? Si no son empresarios cómo podríamos calificar a un hombre que tiene que estar al frente de ocho o diez peones que lo acompañen, para llevar una carga de un municipio a otro; acaso esos animales no necesitan una manutención; no hay que medirles las energías:  acaso sus animales no necesitan comida? o sea,  pensar en lo que significa desplazarse por semanas o por meses eso necesita un ejercicio de planificación,  lo que podríamos llamar ahora un ejercicio de gerencia.

La Historia patria construyó mitos fundacionales; el reto de lo que los teóricos llaman la Nueva Historia es deconstruirlos; cuestionarlos. Ya no importan ciertos ritos, ciertas dignidades. Tampoco importan grandes relatos. Entonces, con el respeto de muchos historiadores  habrá que seguir rompiendo paradigmas, habría que replantear; hacerle preguntas a nuestra historia. Se me ocurre también  hablar de ciertas frases que van pegándose  de nuestra idiosincrasia. El lenguaje moldea.  Por qué  cuando los paisas nos encontramos con alguien después de mucho  sin verlos y  le preguntamos:

 Y qué,  Cómo va el trabajo;  cómo va el voleo.

Acaso el trabajo, o el “coja destino”, como decían las abuelas es tan importante. Nuestro “destino” solo es el trabajo? Cierta pandemia de no hace mucho nos hizo frenar en seco,  y de pronto comprendimos que la salud, o la familia, sí que valían.

“El país va mal pero la economía va bien”, dijo alguna vez un dirigente gremial antioqueño. La frase tiene más de 60 años y en tantos eventos se repite con sorna; y no se ha mirado en tanto la carga de cinismo y de desconexión con la realidad que conlleva. Por fortuna, también hay que decirlo,  hace un tiempo a cierta dirigencia ha  empezado a importarle acercar la macroeconomía a la tiendita del barrio, al pasaje del bus…y han aparecido entonces en el argot palabras como equidad, unidad, Vida…

Hace unos días un amigo que está acá presente me hablaba del “bogocentrismo”. Esa mirada desde Bogotá con cierto privilegio y cierta mirada, dónde los provincianos como nos llaman parece que no encajáramos….  pero también sería muy interesante pensar en si acaso no existe o no hemos legitimado también a lo largo de nuestra historia El Medelli-centrismo.  o por qué todo lo bueno lo pensamos en torno a Medellín:   de dónde llegaron a Medellín  personas como Luis Eduardo Yepes,  de dónde vino Ricardo Olano, de dónde vinieron los Toro, los Urrea…. Sería  interesante mirar el caso  esas  ciertas élites pueblerinas que salieron del pueblo, un contexto urbano,  a otro pueblo más grande, Medellín. y ellos, que también leían algo, escuchaban, vinieron  con su idea de comercio,  de salir adelante fueron haciendo  grande este pueblito que devino en ciudad,  y ese sería un reto interesante que tendríamos para pensar o para repensar nuestro ejercicio como historiadores. No seguir mirando despectivamente a esos “montañeros” que llegaron de pueblos sino como los hacedores de progreso.  Ahora si lo llevamos a nuestro arte:  Cano,  y Pedro Nel,  y Arenas Betancur no nacieron precisamente en el parque de Berrío.

Como persona que disfruta haciendo preguntas, felicito a los ganadores de recientes convocatorias del Premio y a quienes ahora participarán. Gracias porque si bien seguro también ellos, aquí en esta Antioquia la grande y la pujante,  oyeron que les decían: No estudie Historia que eso no da plata, aquí siguen y seguimos apostándole a esta utopía de encontrarnos en torno a la palabra.   Agradezco, en nombre de tantos otros,    al IDEA porque a pesar de todos los temas tan grandes por resolver – MÁS  O MENOS DEL TAMAÑO DE LA PRESA DE HI- sigue apostándole a la historia.  Y en sus 58, abre estos espacios. Así que    en esta nueva edición del premio quiero felicitar a Ramón,  a Mauricio y a todos los amigos que están al frente de la Oficina de Comunicaciones que lidera Raquel Rodríguez, y claro, a la cabeza de Julián Vásquez;  por pensar  que el IDEA, fieles a su historia,  que esto no es solo un ejercicio de rentabilidad, de desarrollo,  sino que también le apuesta a estos proyectos que le dan sentido a nuestra vida y que lo  he llamado en otros espacios:  las ganancias espirituales.

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* Discurso en la presentación de los Premios IDEA a la Investigación Histórica de Antioquia.