Por: Guillermo Zuluaga Ceballos- C.S.-Periodista e Historiador *
Hace unos meses en una investigación que realizo sobre la
cooperativa de municipalidades de Antioquia, una entidad que ya muchos quizá ni recuerdan y
que fue tan importante para el desarrollo
del departamento y que a lo mejor sea la
mamá de este Instituto en el cual ahora estamos congregados, le pregunté a uno
de sus gerentes, cuál era su mayor
satisfacción al frente de aquella cooperativa. Y el hombre
que sabe de sistemas, que sabe de
gerencia y que tenía tanto para contar sobre grandes ejecuciones, se le iluminaron
los ojos cuando empezó a narrar sobre un momento en el cual su jefe, el gobernador de Antioquia, le puso la tarea de llevar energía eléctrica
al municipio de Vigía del Fuerte.
Néstor Díaz Montoya me recordaba cuando Álvaro Villegas Moreno lo
llamó a decirle: Yo a ese pueblo no lo
puedo dejar sin energía eléctrica esta Navidad.
Era el 20 o el 21 de diciembre y él reunió a su mejor gente y se inventaron el repuesto para la planta eléctrica y tuvieron que llevarlo
en helicóptero y luego en balsa por el rio. Al Doctor Néstor que podía estarme hablando de
hospitales construidos o de palacios municipales por inaugurar, le brillaban tanto los ojos al hablar, que también yo alcancé a imaginarme la mirada chispeante de algún
niño de esta comunidad marginal del departamento, que a
lo mejor sentía que el Estado los tenía
en cuenta y que al menos, a pesar de sus
tristezas, de sus sueños aplazados, esa
Navidad no la pasarían a oscuras.
De pequeñas grandes anécdotas
como esta, está cargada la historia de nuestro
departamento. Y me disculpan que no
venga a hablarles de HI, o del Metro de Medellín o de nuestro querido Hospital
SV de Paul, justo hoy cuando promovemos una nueva convocatoria del Premio a la
investigación histórica del departamento y tengo la fortuna de estar acá y de
preguntarme, de preguntarles a todos
ustedes y me disculpan el atrevimiento, si tiene sentido la historia y la respuesta es
sí. Y podría traer frases muy conocidas
como aquellas de que Quién no conoce su
historia está condenado a repetirla; o
también otra que dice que la historia es importante porque el pasado puede
iluminar nuestro futuro. Sería fácil caer en ese lugar común, en esa frase
hecha para salir de apuros, pero también
ahora se me ocurre una y quiero recordarla: Y es que en estos tiempos de
inmediateces, donde todo es superficial y desechable y tiene fecha de
vencimiento, las ciencias humanas Y en
especial la historia son importantes porque son las que le dan sentido y
significado a nuestras existencias. Yo pienso en ese momento en que le ayudé a
evocar a aquel gerente esa pequeña gran gesta de llevar energía, luz simbólicamente hablando, a esos habitantes de Vigía; es más, gracias a
mi oficio, pienso en la sonrisa de algún niño,
en algún recodo del tiempo, y me
alegro, y sí eso me alegra, entonces
pienso que tiene sentido nuestro oficio. Dejar plasmado en unas palabras que
también son imágenes, ese momento, quizá sea tan trascendente o más, que una
enciclopedia sobre alguna de nuestras
tantas guerras.
Pienso en la historia y se me ocurre que esta es como ese viejo
árbol que se está al lado del camino y del cual, aunque a veces no le queremos dar su verdadera
importancia, en los momentos de calor, vamos hasta él, nos arropamos en su sombra y esta nos da el
aliciente, el valor, para querer
levantarnos de nuevo y volver a comenzar el camino. “Ajá, Manuel, cuando has
visto al abuelo de mal genio cuando él está debajo de un árbol”, le preguntó
con tanta sapiencia la abuela al niño Santiago Manuel Martínez, hoy diputado de
Antioquia. Tenía razón aquella vieja. La
historia es como ese árbol, ese bálsamo
en una tarde de estío, o también como
ese árbol ya hecho tronco que, a veces náufragos de estos tiempos, nos aferramos para intentar sobreaguar y
llegar a una playa y volver a comenzar nuestra vida.
A veces el pasado nos salva. Ahora,
menciono ese momento difícil, ese
en el que tenemos que buscar ese árbol,
ese contexto de crisis como los
que vivimos actualmente y quiero recordar mis clases en la Universidad Nacional
cuando nos decían que las crisis no había que mirarlas como algo negativo, que las crisis, desde la Historia había que
mirarlas como puntos de quiebre, como
puntos de inflexión que nos llevan a pensar en nuevos caminos.
Digamos que esta sociedad también vive su crisis. Y la Historia en
tanto ciencia social, también la vive. Y ya entonces esa Historia Patria, esa historia que ayudó a consolidar nuestras
ideas de Nación están un poco en crisis y habría que replantear ciertas
creencias, ciertos dogmas. Y como
al Gerente Julián Vásquez le gusta
apostar duro, cómo nos podría servir el lanzamiento de este nuevo Premio para
que también desde acá pensemos en replantear un poco y no seguir contando esa
historia patria, esa historia de una
Antioquia grande, de una Antioquia
construida en torno a próceres y arzobispos –que fueron valiosos claro- pero
ahora pensarla también desde abajo. Por ejemplo, No desde el Gerente que lleva la energía, sino
desde la mirada iluminada del niño que la recibe.
Se me ocurre, solo como una
forma de incitación, que la historia del departamento podría tener nuevas
miradas: un amigo historiador, estos días me decía: nos han contado la historia de los arrieros
pero desde un punto de vista épico, romántico. Pero por qué no miramos –reflexionaba él- también a los arrieros como empresarios:
O cómo podríamos catalogar en
estos tiempos a alguien que invierte un
capital para hacerse a doscientas mulas? Si no son empresarios cómo podríamos
calificar a un hombre que tiene que estar al frente de ocho o diez peones que
lo acompañen, para llevar una carga de un municipio a otro; acaso esos animales
no necesitan una manutención; no hay que medirles las energías: acaso sus animales no necesitan comida? o sea,
pensar en lo que significa desplazarse
por semanas o por meses eso necesita un ejercicio de planificación, lo que podríamos llamar ahora un ejercicio de
gerencia.
La Historia patria construyó mitos fundacionales; el reto de lo que
los teóricos llaman la Nueva Historia es deconstruirlos; cuestionarlos. Ya no
importan ciertos ritos, ciertas dignidades. Tampoco importan grandes relatos. Entonces,
con el respeto de muchos historiadores habrá
que seguir rompiendo paradigmas, habría que replantear; hacerle preguntas a
nuestra historia. Se me ocurre también hablar de ciertas frases que van pegándose de nuestra idiosincrasia. El lenguaje moldea. Por qué cuando los paisas nos encontramos con alguien
después de mucho sin verlos y le preguntamos:
Y qué, Cómo va el trabajo; cómo va el voleo.
Acaso el trabajo, o el “coja destino”, como decían las abuelas es
tan importante. Nuestro “destino” solo es el trabajo? Cierta pandemia de no
hace mucho nos hizo frenar en seco, y de
pronto comprendimos que la salud, o la familia, sí que valían.
“El país va mal pero la economía va bien”, dijo alguna vez un
dirigente gremial antioqueño. La frase tiene más de 60 años y en tantos eventos
se repite con sorna; y no se ha mirado en tanto la carga de cinismo y de
desconexión con la realidad que conlleva. Por fortuna, también hay que
decirlo, hace un tiempo a cierta
dirigencia ha empezado a importarle
acercar la macroeconomía a la tiendita del barrio, al pasaje del bus…y han
aparecido entonces en el argot palabras como equidad, unidad, Vida…
Hace unos días un amigo que está acá presente me hablaba del “bogocentrismo”.
Esa mirada desde Bogotá con cierto privilegio y cierta mirada, dónde los provincianos
como nos llaman parece que no encajáramos…. pero también sería muy interesante pensar en
si acaso no existe o no hemos legitimado también a lo largo de nuestra historia
El Medelli-centrismo. o por qué todo lo
bueno lo pensamos en torno a Medellín: de dónde llegaron a Medellín personas como Luis Eduardo Yepes, de dónde vino Ricardo Olano, de dónde vinieron
los Toro, los Urrea…. Sería interesante
mirar el caso esas ciertas élites pueblerinas que salieron del
pueblo, un contexto urbano, a otro
pueblo más grande, Medellín. y ellos, que también leían algo, escuchaban,
vinieron con su idea de comercio, de salir adelante fueron haciendo grande este pueblito que devino en ciudad, y ese sería un reto interesante que tendríamos
para pensar o para repensar nuestro ejercicio como historiadores. No seguir
mirando despectivamente a esos “montañeros” que llegaron de pueblos sino como
los hacedores de progreso. Ahora si lo
llevamos a nuestro arte: Cano, y Pedro Nel,
y Arenas Betancur no nacieron precisamente en el parque de Berrío.
Como persona que disfruta haciendo preguntas, felicito a los ganadores de recientes convocatorias del Premio y a quienes ahora participarán. Gracias porque si bien seguro también ellos, aquí en esta Antioquia la grande y la pujante, oyeron que les decían: No estudie Historia que eso no da plata, aquí siguen y seguimos apostándole a esta utopía de encontrarnos en torno a la palabra. Agradezco, en nombre de tantos otros, al IDEA porque a pesar de todos los temas tan grandes por resolver – MÁS O MENOS DEL TAMAÑO DE LA PRESA DE HI- sigue apostándole a la historia. Y en sus 58, abre estos espacios. Así que en esta nueva edición del premio quiero felicitar a Ramón, a Mauricio y a todos los amigos que están al frente de la Oficina de Comunicaciones que lidera Raquel Rodríguez, y claro, a la cabeza de Julián Vásquez; por pensar que el IDEA, fieles a su historia, que esto no es solo un ejercicio de rentabilidad, de desarrollo, sino que también le apuesta a estos proyectos que le dan sentido a nuestra vida y que lo he llamado en otros espacios: las ganancias espirituales.
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* Discurso en la presentación de los Premios IDEA a la Investigación Histórica de Antioquia.
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