viernes, 13 de julio de 2007

Botellazos al Dios de las palabras

Botellazos al Dios de las palabras

Por: Roosevelt Castro.

Hace diez años, en el marco del Primer Congreso Internacional de la Legua Española realizado en Zacatecas (México), el premio Nóbel de literatura colombiano, Gabriel García Márquez, se pronunciaba ante un auditorio repleto de gente ávida de escuchar su “mamadera de gallo” y sobre el “realismo mágico” de la ortografía. Su ponencia la tituló: “Botellas al mar al Dios de las palabras”.

Entre chascarrillos y de manera anecdótica nos recordaba el escritor de Aracataca (Magdalena) su reencuentro con el poder de la palabra. Cuenta que un día cualquiera se hallaba en su pueblo natal, donde su padre laboraba como telegrafista, y una bicicleta y su tripulante se acercaban presurosos a dónde él se encontraba. Sin pausa y con mucha prisa el ciclista estuvo a punto de atropellar al imberbe “Gabo”. Un grito destemplado del cura del pueblo lo previno de un casi fatal accidente. ¡Cuidado!, fue el grito de advertencia. García Márquez, de 12 años, logró esquivar y el ciclista cayó de bruces al piso. El señor cura sin detenerse, le dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra? “. Ese día lo supo. Ahora sabemos, además, que los Mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Luego, entre en serio y en broma, intenta “suavizar” su discurso poniendo de manifiesto una “revolución de la ortografía”.

Me detengo en la primera parte de la ponencia. Es que ese “poder de las palabras”, de la que habla el escritor colombiano, va más allá de su real dimensión Es un poder para construir, un poder para estar juntos, es un poder para que no nos dominen con el miedo y la desesperanza como lo hacen, y casi de forma descarada, desde los diferentes medios de comunicación.

Alguna vez reflexionaba acerca del poder del periodismo llamado por algunos como “el cuarto poder”. Entre lo que decía en mi ensayo es que en nosotros, los periodistas, esta la re-construcción de un país mejor para todos los que habiten en él, respetando sus convicciones y creencias, su intimidad, su desarrollo de la personalidad y entendamos y hagamos entender que el derecho a la vida es inviolable.Así, el periodismo se convertirá en un cuarto poder... un poder para el servicio y para el amor.Pero (lastimosamente siempre lo va a haber)…los medios de comunicación son propiedad de muchas de las clases hegemónicas de nuestro país quienes, al mismo tiempo, son los que acceden al poder político, por ello es muy lírico realizar un “periodismo para la vida” cuando la oficialidad está tamizando la realidad de un país desangrado y violentado.

Además, el poder oculto, y otras veces no tan oculto, de la censura. La mordaza ha existido y existirá en un país del que todo lo tapen porque huele a mal, así como acontece con los gatos. Un país de corruptos y avivatos que se sigue enriqueciendo con el dolor ajeno. Un país prejuicioso y pernicioso.

Así las cosas, el “relato póstumo de un náufrago” que hace el Dr. Guillermo Zea Fernández en la revista CIERTO, del bimestre abril –mayo de 2007, es una defensa al “robo descarado de la propiedad intelectual” y unos “botellazos al mar al Dios de la palabras”.

El abogado Zea Fernández, especialista en propiedad intelectual, hace una defensa infructuosa de Luís Alejandro Velasco, un náufrago que se salva, luego de que su embarcación se hundiera hace más de medio siglo en las costas del caribe colombiano. Velasco es el único sobreviviente de 8 marineros colombianos que naufragan en una nave de guerra de la marina. Él, en una pequeña balsa y casi moribundo, llega a las playas colombianas, luego de diez días de suplicio, con hambre y mucha sed.

En 14 reseñas, el periódico El Espectador cuenta la odisea de este Ulises criollo; historia que el periódico capitalino insiste en que es propiedad del marinero colombiano. El reportero asignado para la trascripción del relato fue Gabriel García Márquez.

Tiempo después, y con el apoyo cómplice de su editor, “Gabo” convierte los relatos del naufrago en un libro. “Relatos de un náufrago” es la obra que sale del “ingenioso” ex periodista y ahora connotado escritor.

La querella para reconocer la propiedad intelectual de Luís Alejandro Velasco de aquellos relatos se convirtió en unas “botellas al mar al Dios de las palabras”. En un olvido que no tuvo reconocimiento. En “cien años de soledad” para el triste marinero. Sí, Velasco, ese apesadumbrado hombre de mar, no tuvo sino un grado menor en los menesteres marítimos. De pronto si hubiera sido coronel le rasguñarían algunas letras, pero tampoco: al “coronel no tienen quien le escriba” ó en esa vorágine en que se convirtió su historia no quedaría “El general en su laberinto”.

“La hojarasca” y “La mala Hora” le llegaron a Velasco “Un día después del sábado”, luego de que García Márquez negara la autoría intelectual de los relatos de este naufrago. Fue una burla de este estudiante de derecho y ahora convertido en un genial escritor de nuestro país.

Es que los gritos destemplados de ese “Relato de un náufrago” no tuvieron oídos en Gabriel de la Concordia García Márquez. No fue Concordia sino la manzana de la discordia los relatos del marinero que su voz se convirtió en un “Monólogo de Isabel viendo llover a Macondo” o de pronto en “la increíble y triste historia de la cándida Eréndira y Su abuela desalmada”.

Lo más increíble ha sido que los medios de comunicación, a los que perteneció por mucho tiempo este escritor nacido un 6 de marzo de 1927, nunca hicieron eco de la protesta sana y sabia de Luís Alejandro Velasco. No fue noticia de primera página, como lo han sido otras. “Las noticias de un secuestro” o de una toma guerrillera, o la violación de los derechos humanos, siempre han ocupado los titulares de los diarios. Es una apología al dolor, a la tristeza, al desencanto. Periodismo vampierezco, de sangre. Periodismo que repugna y que asquea. Sólo se limitaron a “quemarle el respectivo incienso” al hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán, pues en este 2007 le tenían preparadas las tres tortas de cumpleaños: una por sus 80 años de vida, otra por sus 40 años de publicación de su best seller “Cien años de soledad” y la última torta por sus 25 años del otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura.

Las celebraciones por sus onomásticos fueron en grande. La fiesta de su cumpleaños número 80 fue transmitida en vivo y en directo. Los reconocimientos por sus bodas de plata a su logro más importante, el Premio Nóbel, fueron mostrados por todos los medios del país. Las 4 décadas de la aparición de su obra cumbre “Cien años de soledad” igualmente tuvo ese interés mediático, pocas veces visto en nuestra “pantalla chica”. A todos estos ágapes, el Nóbel colombiano respondía con una soberbia bárbara, con un aire de grandeza muy similar al “Dios de las palabras” de los Mayas.

En cambio y como contraste, el tapen, escondan, como los excrementos del gato, por parte de los diferentes medios de comunicación, fue el común denominador de la denuncia valerosa de Luís Alejandro Velasco y su abogado el Dr. Guillermo Zea Fernández. Se creía, en las poblaciones y grandes ciudades del litoral Atlántico colombiano, que lo de demanda al escritor Magdalenense era “carreta barata” o “puro cuento” o mejor dicho más de “doce cuentos peregrinos”.

“Gabo” no recuerda “cuando era feliz e indocumentado”. Velasco sólo puso los “ojos de perro azul”, como el mar caribeño donde había naufragado hace más de 50 años. Y más que “el olor de la guayaba” tuvo un “dolor por el guayabo” ante tan tremenda injusticia del hombre de las letras colombiano.

Luís Alejandro Velasco murió triste esperando, cual naufrago, una tabla de salvación económica. Nunca le llegó, fue “una crónica de una suerte anunciada”.La evocación, la nostalgia están presentes en la familia Velasco. Son recuerdos del corazón. Son reminiscencias de “vivir para contarlo”. Son, más que la “memoria de mis putas tristes”, las putas tristezas de la desmemoria. Como “vivir para olvidarlo”.

viernes, 8 de junio de 2007

Periodismo, el mejor oficio del mundo

"Periodismo, el mejor oficio del mundo"

Por: Gabriel Garcia Márquez

A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo, y la respuesta fue determinante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.

Lo malo es que los estudiantes y muchos de los maestros no lo saben, o no lo creen. Tal vez a eso se debe que sean tan imprecisas las razones que la mayoría de los estudiantes han dado para explicar su decisión de estudiar periodismo. Uno dijo: “Tomé Comunicaciones porque sentía que los medios ocultaban más que lo que mostraban”. Otro: “Desde pequeño me gustaba oír historias y leer”. Y otro: “Porque es el mejor camino para la política”. Sólo uno atribuyó su preferencia a que su pasión por informar superaba su interés por ser informado.

Hace unos cincuenta años, cuando la prensa colombiana estaba a la vanguardia en América Latina, no había escuelas de periodismo. El oficio se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Pues los periodistas andaban siempre juntos, hacían vida común, y eran tan fanáticos del oficio que no hablaban de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulantes y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de lo mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.

Los únicos medios de información eran los periódicos y la radio. Esta tardó en pisarles los talones a la prensa, pero cuando lo hizo, fue con una personalidad propia, avasallante y un poco atolondrada, que en poco tiempo se apoderó de su audiencia. Se anunciaba ya la televisión como un genio mágico que estaba a punto de llegar y no llegaba, y cuyo imperio de hoy era difícil de imaginar. Las llamadas de larga distancia, cuando se lograban, eran sólo a través de operadoras. Antes que se inventaran el teletipo y el telex, los únicos contactos con el resto del país y el exterior eran los correos y el telégrafo. Que, por cierto, llegaban siempre.

Un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director. Cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos, como don Luis Cano en el Espectador, o columnistas muy leídos, como Enrique Santos Montejo (Calibán), en El Tiempo, tenían linotipistas personales para descifrarlas. La sección más delicada y de gran prestigio era la Editorial, en un tiempo en que la política era el centro de gravedad del oficio y su mayor área de influencia.

El periodismo se aprende haciéndolo

El periodismo cabía en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La entrevista no era un género muy usual, ni tenía vida propia. Se usaba más bien como materia prima para las crónicas y los reportajes. Tanto era así, que en Colombia todavía suele decirse reportaje por entrevista. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. Desde ahí había que subir por una escalera de buen servicio y trabajos forzados de muchos años hasta el puente de mando. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario.

El ingreso a la cofradía no tenía ninguna condición distinta que el deseo de ser periodista, pero hasta los hijos de los dueños de periódicos familiares -que eran la mayoría- tenían que probar aptitudes en la práctica. Un lema lo decía todo: El periodismo se aprende haciéndolo. A los periódicos llegaban estudiantes fracasados en otras materias o en busca de empleo para coronar la carrera, o profesionales de cualquier cosa que habían descubierto tarde su verdadera vocación. Se necesitaba tener el alma bien templada, porque los recién llegados pasaban por unos ritos de iniciación semejantes a los de la marina de guerra: burlas crueles, trampas para probar la malicia, reescritura obligada de un mismo texto en las agonías de la última hora; la creatividad gloriosa de la mamadera de gallo. Era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto.

La experiencia había demostrado que todo era fácil de aprender sobre la marcha para quien tuviera el sentido, la sensibilidad y el aguante del periodista. La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era vicio profesional. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fueron de sobra para poner muy en alto el mejor oficio del mundo, como ellos mismo lo llamaban. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de la república, no era siquiera bachiller.

Algo ha cambiado desde entonces. En Colombia andan sueltas unas veinticinco mil credenciales de periodismo, pero la inmensa mayoría no las tienen periodistas en ejercicio, sino que sirven de salvoconductos para toda clase de privilegios. Sin embargo, numerosos periodistas de verdad, y entre ellos algunos de los notables, no tienen, ni quieren, ni necesitan la credencial. Estas tarjetas se crearon por la misma época en que se fundaron las primeras facultades de Ciencias de la Comunicación, como reacción, precisamente, contra el hecho cumplido de que el periodista carecía de respaldo académico. La mayoría de los profesionales no tenían ningún diploma, o lo tenían de cualquier oficio, menos del que ejercían.

Alumnos y maestros, periodistas, gerentes y administradores entrevistados para estas reflexiones, dejan ver que el papel de la academia es descorazonador. “Se nota apatía por el pensamiento teórico y la formulación conceptual”, ha dicho un grupo de estudiantes que adelantan su tesis de grado. “Parte de esta situación es responsabilidad de los docentes, por la imposición del texto como algo obligatorio, la fragmentación de libros con el abuso de las fotocopias de capítulos, y ningún aporte propio”. Y concluyeron, por fortuna, con más humor que amargura: “Somos los profesionales de la fotocopia”.

Las mismas universidades reconocen deficiencias flagrantes en la formación académica, y sobre todo en humanidades. Los estudiantes llegan del bachillerato sin saber redactar, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Muchos salen como llegaron. “Están presos en el facilismo y la irreflexión”, ha dicho un maestro. “Cuando se les propone revisar y replantear un artículo elaborado por ellos mismos, se resisten a volver sobre él”. Se piensa que el único interés de los alumnos es el del oficio como fin en sí, desvinculado de la realidad y de sus problemas vitales, y que prima un afán de protagonismo sobre la necesidad de investigación y de servicio. “El estatus alto lo tienen como objetivo principal de la vida profesional”, concluye un maestro universitario.

“No les interesa ser ellos mismos, enriquecerse espiritualmente con el ejercicio profesional, sino aprobar una carrera para cambiar de posición social”.

La mayoría de los alumnos encuestados se sienten defraudados por la escuela, y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida. Una excelente profesional, varias veces premiada, fue aún más explícita: “Ante todo, en el momento de terminar el bachillerato, uno debe haber tenido la oportunidad de explorar muchos campos y en ellos debe saber qué le inquieta. Pero en la realidad ésto no es así: Uno tiene que repetir muy bien, y sin alterarlo, lo que la escuela le ha dado, para poder pasar”.

Hay quienes piensan que la masificación ha pervertido la educación, que las escuelas han tenido que seguir la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo, y que los talentos de ahora son esfuerzos individuales y dispersos que luchan contra las academias. Se piensa también que son escasos los profesores que trabajan con un énfasis en aptitudes y vocaciones. “Es difícil, porque comúnmente la docencia lleva a la repetidera de la repetición”, ha replicado un maestro. “Es preferible la inexperiencia simple al sedentarismo de un profesor que lleva veinte años con el mismo curso”.

El resultado es triste: los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, sólo se hacen periodistas cuando tienen la oportunidad de reaprenderlo todo en la práctica dentro del medio mismo. Algunos se precian de que son capaces de leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estas transgresiones éticas obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo: el síndrome de la chiva. No los conmueve el fundamento de que la buena primicia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. En el extremo opuesto están los que asumen el empleo como una poltrona burocrática, apabullados por una tecnología sin corazón que apenas si los toma en cuenta a ellos mismos.

Un fantasma recorre el mundo: la grabadora

Antes que se inventara la grabadora, el oficio se hacía bien con tres instrumentos indispensables que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba y un par de oídos que los reporteros usaban todavía para oír lo que se les decía. Las primeras grabadoras pesaban más que las máquinas de escribir, y grababan en bobinas de alambre magnético que se embrollaban como hilo de coser. Pasó algún tiempo antes que los periodistas las usaran para ayudar a la memoria, y más aún para que algunos les encomendaran la grave responsabilidad de pensar por ellos. En realidad, el manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los periodistas que no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, graba pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral.

Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente. Para los redactores de periódicos la trascripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que graba mientras escucha.

La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista como la de su entrevistado. La entrevista de prensa fue siempre un diálogo del periodista con alguien que tenía algo que decir y pensar sobre un hecho. El reportaje fue la reconstrucción minuciosa y verídica del hecho. Es decir, la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conociera como si hubiera estado allí. Son géneros afines y complementarios, y no tiene por qué excluirse el uno al otro. Sin embargo, el poder informativo y totalizador del reportaje sólo es superado por la célula primaria y magistral del oficio, la única capaz de decir en el instante de un relámpago todo cuanto se sabe de la noticia: el flash...

De modo que un problema actual en la práctica y en la enseñanza del oficio no es confundir o eliminar los géneros históricos, sino devolverles a cada uno su sitio y su valor en cada medio por separado. Y tener siempre presente algo que parece olvidado, y es que la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo el periodismo tiene que ser investigativo por definición.

Un avance importante de este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Cuando no se admitían estas licencias, la noticia era una nota escueta y eficaz, heredada de los telegramas prehistóricos. Ahora, en cambio, se ha impuesto el formato de los despachos de agencias internacionales, que facilita abusos difíciles de probar. El empleo desaforado de “en declaraciones falsas o ciertas” permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de “fuentes que merecen entero crédito”, de “personas generalmente bien informadas” o de “altos funcionarios que pidieron no revelar sus nombres”, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes, porque el autor se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente. En los Estados Unidos -por no ir más cerca- prosperan fechorías como ésta: “Persiste la creencia de que el Ministro despojó de sus joyas el cadáver de la víctima, pero la policía lo negó”. No había más que decir: el daño estaba hecho. El culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de estas transgresiones éticas, y otras tantas que avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.

La explotación del hombre por el módulo

El problema parece ser que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se quedaron buscando el camino a tientas en el laberinto de la tecnología disparada sin control hacia el futuro. Las universidades debieron creer que las fallas eran académicas, y fundaron escuelas que ya no son sólo para la prensa escrita -con razón- sino para todos los medios. En la generalización se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio en sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. Lo cual, para los periodistas empíricos de antaño, debe ser como encontrarse al papá vestido de astronauta bajo la ducha.

En universidades de Colombia hay 14 pregrados y dos posgrados en Ciencias de la Comunicación. Esto confirma una preocupación creciente de alto vuelo, pero también deja la impresión de un pantano académico que satisface muchas de las necesidades actuales de la enseñanza, pero no las que son propias del periodismo. Y menos las dos más importantes: la creatividad y la práctica.

Los perfiles profesionales y de ocupación que se ofrecen a los aspirantes están idealizados en el papel. Los ímpetus teóricos que les infunden sus maestros se desinflan al primer tropiezo con la realidad, y las ínfulas del diploma no los ponen a salvo del desastre. Pues la verdad es que deberían salir preparados para dominar las nuevas técnicas, y salen al revés: llevados a rastras por ellas, y agobiados por presiones ajenas a sus sueños. Encuentran tantos intereses de toda índole atravesados en el camino, que no les queda tiempo ni ánimos para pensar, y menos para seguir aprendiendo.

Dentro de la lógica académica, la misma prueba de selección que se hace a un aspirante a Ingeniería o a Medicina Veterinaria, es la que algunas universidades exigen para un programa de comunicación social. Sin embargo, un egresado con éxito de su carrera ha dicho sin reservas: “Aprendí periodismo cuando empecé a trabajar. Claro que la universidad me dio la oportunidad de escribir las primeras cartillas, pero la metodología la aprendí en la marcha”. Es normal, mientras no se admita que el sustento vital del periodismo es la creatividad, y por valoración semejante a la de los artistas.

Otro punto crítico es que el esplendor tecnológico de las empresas no se corresponde con las condiciones de trabajo, y menos aun con los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu en el pasado. La redacción es un laboratorio aséptico para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante. La carrera, que siempre estuvo bien definida y demarcada, hoy no se sabe dónde empieza, dónde termina ni para dónde va.

La ansiedad de que el periodismo recupere su prestigio de antaño se advierte en todas partes. Quienes más lo necesitan son los dueños de los medios, sus mayores beneficiarios, que sienten el descrédito donde más les duele. Las facultades de comunicación son el blanco de críticas ácidas, y no siempre sin razón. Tal vez el origen de su infortunio es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Tal vez deberían insistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para garantizar la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Deberían reforzar la atención en las aptitudes y las vocaciones, y tal vez fragmentarse en especialidades separadas para cada uno de los medios, que ya no es posible dominar en su totalidad y a lo largo de una sola vida. Los posgrados para fugitivos de otras profesiones también parecen muy convenientes por la variedad de secciones especiales que ha ganado el oficio con las nuevas tecnologías, y lo mucho que ha cambiado el país desde que don Manuel del Socorro Rodríguez imprimió la primera hoja de noticias hace más de doscientos años.

El objetivo final, sin embargo, no deberían ser los diplomas y las credenciales, sino el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas y en su marco original de servicio público. Los medios, por su propio bien, tendrían que contribuir a fondo, como lo están haciendo en Europa con ensayos semejantes. Ya sea en sus salas de redacción o sus talleres, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a morir en eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, y no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.


* El texto es un capítulo del Informe rendido en 1995 por la “Comisión de Sabios”, de la que hizo parte el Nobel de Literatura, y que había sido nombrada por el Gobierno Nacional para hacer un diagnóstico y entregar recomendaciones sobre la situación de la educación en Colombia.


martes, 22 de mayo de 2007

El Modelo de las tres eses (3 S). ¿en crisis?


" Se piensa que el único interés de los alumnos es el del oficio como fin en sí, desvinculado de la realidad y de sus problemas vitales, y que prima un afán de protagonismo sobre la necesidad de investigación y de servicio. “El estatus alto lo tienen como objetivo principal de la vida profesional”, concluye un maestro universitario.

“No les interesa ser ellos mismos, enriquecerse espiritualmente con el ejercicio profesional, sino aprobar una carrera para cambiar de posición social
”. (Gabriel Garcia Márquez)

Por: Roosevelt Castro B.

Herencia del viejo periodismo anglosajón, el modelo informativo ha sido el paradigma a seguir por muchos, en la última centuria. El periodismo norteamericano se dio cuenta, casi desde sus inicios, que explotando el morbo de la sangre o del sexo podría tener no sólo grandes repercusiones en el impacto de sus perceptores de sus mensajes, bien sea como lectores o radioescuchas y más adelante los televidentes, si no que también cautivaría “grandes ganancias” en lo económico. Es decir, lo erótico o lo sangriento dio para sus realizadores la posibilidad, no sólo de influenciar a los perceptores y llevarlos como res al matadero por los dolorosos caminos de un periodismo hecho para vender, para comerciar, para mercadear.

¡Eso es lo que da rating!, decía de manera alegre algún vecino acerca del impacto de los mensajes cuando mostraban en la “pantalla chica” a una mujer semidesnuda (la S de Sexo o Senos) ó el horror de una toma guerrillera o de un grupo de cuerpos sangrantes, por el horror de la guerra (la S de Sangre).

Los deportes (La S de de sudor) también tienen sus fans. Los goles del mundo, las cestas de la NBA, los home runs del béisbol, los records del mundo de los atletas y muchas más de las actividades deportivas son seguidas con avidez por una gran cantidad de públicos, que ven reflejadas esas victorias como propias ó esas derrotas como de otros.

Ese modelo, que hemos denominando como el de las “tres eses (3 S) por aquello de la Sangre, el Sudor y los Senos, contribuyó a servir de control, a ayudar a crear “cortinas de humo” para unos pocos. Además, ayudó a acabar con la “poca salud mental” de otros muchos seguidores de estos paradigmas, a crear “pseudos ídolos” para el consumismo. Esta triada de “eses” (Sangre, sudor y sexo) ha imperado por todo el siglo anterior. Muy pocos fueron los que vieron más allá de lo simplemente frívolo, superficial,..lo Light.

Alguna vez leía un artículo del Nóbel colombiano, Gabriel García Márquez, en el que criticaba muy duramente las instituciones de educación superior, que tenían entre sus programas el de Comunicación social-periodismo. El escritor de Aracataca (Magdalena) planteaba que, ante el afán protagónico del periodista, se había perdido el norte.

"La deshumanización es galopante", dijo en ese momento García Márquez. Y es cierto: la vocación de servicio se ha perdido en este oficio. No se conduele que, ante el poder avasallante de la información, los medios de comunicación le apuesten más a las siliconas que al talento.

En días pasados veíamos, no sabemos si con asombro, risa o llanto, la presentación de nuestra farándula ( ó farsandula, como la llama peyorativamente un amigo) por parte de la reconocida modelo antioqueña, Natalia París. Es un periodismo que repugna, que nos cuestiona, que hace que miremos con indiferencia al otro. Los voluminosos senos de la mencionada presentadora son los únicos "talentos" que posee. Parafraseando a Nóbel colombiano podemos decir que "La frivolidad es galopante"

.El escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez dio un grito de independencia al viejo molde de las tres eses y planteó, palabra más palabra menos, que ante el poder avasallante de la información debemos buscar la solución en un “periodismo para la vida, para la reconciliación,…para el amor. ¿Cómo? con los viejos modelos de los géneros periodísticos casi botados en los anaqueles de los recuerdos.

En ese orden de ideas, Argumenta el escritor gaucho: “Los seres humanos perdemos la vida buscando cosas que ya hemos encontrado. Todas las mañanas, en cualquier latitud, los editores de periódicos llegan a sus oficinas preguntándose cómo van a contar la historia que sus lectores han visto y oído decenas de veces en la televisión o en la radio, ese mismo día. Con qué palabras narrar, por ejemplo, la desesperación de una madre a la que todos han visto llorar en vivo delante de las cámaras? Cómo seducir, usando un arma tan insuficiente como el lenguaje, a personas que han experimentado con la vista y con el oído todas las complejidades de un hecho real? Ese duelo entre la inteligencia y los sentidos ha sido resuelto hace varios siglos por las novelas, que todavía están vendiendo millones de ejemplares a pesar de que algunos teóricos decretaron, hace dos o tres décadas, que la novela había muerto para siempre. También el periodismo ha resuelto el problema a través de la narración, pero a los editores les cuesta aceptar que esa es la respuesta a lo que están buscando desde hace tanto tiempo”.

Más adelante indica el periodista argentino: “La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había sólo un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad. La noticia ha dejado de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho: las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber. Eso no siempre se puede hacer, por supuesto. Hay que investigar primero cuál es el personaje paradigmático de que podría reflejar, como un prisma, las cambiantes luces de la realidad. No se trata de narrar por narrar”

Posteriormente reflexiona y concluye el escritor de las tierras de Gardel: “Si hace un siglo las leyes del periodismo estaban tan claras, ¿por qué o cómo fueron cambiando? ¿Qué hizo suponer a muchos empresarios inteligentes que, para enfrentar el avance de la televisión y del Internet, era preciso dar noticias en forma de píldoras porque la gente no tenía tiempo para leerlas? ¿Por qué se mutilan noticias que, según los jefes de redacción, interesan sólo a una minoría, olvidando que esas minorías son, con frecuencia, las mejores difusoras de la calidad de un periódico? Que un diario entero está concebido en forma de píldoras informativas es no sólo aceptable sino también admirable, porque pone en juego, desde el principio al fin, un valor muy claro: es un diario hecho para lectores de paso, para gente que no tiene tiempo de ver siquiera la televisión. Pero el prejuicio de que todos los lectores nunca tienen tiempo me parece irrazonable. Los seres humanos nunca tienen tiempo, o tienen demasiado tiempo. Siempre, sin embargo, tienen tiempo para enterarse de lo que les interesa. Cuando alguien es testigo casual de un accidente en la calle, o cuando asiste a un espectáculo deportivo, pocas cosas lee con tanta avidez como el relato de eso que ha visto, oído y sentido. Las palabras escritas en los diarios no son una mera rendición de cuentas de lo que sucede en la realidad. Son mucho más. Son la confirmación de que todo cuanto hemos visto sucedió realmente, y sucedió con un lujo de detalles que nuestros sentidos fueron incapaces de abarcar. El lenguaje del periodismo futuro no es una simple cuestión de oficio o un desafío estético. Es, ante todo, una solución ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez".

Hasta aquí Tomás Eloy Martínez. Sí, ahí esta el secreto: las crónicas, los reportajes, los perfiles para “rendir homenaje a la vida”; para “darle tributo al amor”, para que no nos dominen con el miedo y la desesperanza con el molde de “las tres S”.

Realizar un periodismo del otro y para el otro, un periodismo con rostros, un periodismo donde se haga un reconocimiento no mezquino de los que contribuyen a construir un lugar, en la geografía del planeta, mejor. Así se logrará hacer crisis al viejo paradigma anglosajón.

Nuestras HISTORIAS A LA REDONDA lo han intentado por más de 150 capítulos al aire a través de la televisión por cable, entregando ese periodismo para la vida, para el amor, para la tolerancia, para el respeto… para que estemos juntos.

jueves, 26 de abril de 2007

Periodismo Mercenario

Por: Luciano González Sequea

N.R. La presente reflexión salió publicada en la edición 23, de la revista CIERTO, de julio agosto de 2001. Por considerarla de interés y porque su contenido es muy similar a lo que está aconteciendo en muchos medios alternativos, como la televisión, lo publicamos en nuestro blog.

La historia del periodista-empresario, en le deporte, se inicia en 1976 con Wbeimar Muñoz y su programa “Wbeimar lo dice”. Fue el grito de independencia económica de un cronista del deporte. Fue la apertura de una válvula que buscaba gambetear los salarios de miseria que imperaban en la crónica deportiva.

Años más tarde, Oscar Restrepo Pérez y Pastor Londoño Pasos descubrieron que se podía hacer empresa con el periodismo deportivo.

Desde Todelar empezó a gestarse esa figura del periodista deportivo-empresario. Y desde allí, la propia compañía, Todelar, se dio cuenta de los beneficios del esquema. Obvio: Todelar se economizaba costos en su nomina y de paso el periodista “ajustaba” su salario con el consabido “cupo”. Era un buen negocio para todos; bajaban la nomina, las prestaciones de ley, las cotizaciones al Seguro Socia, etc. El periodista no se moría de hambre porque disponía de un dinero extra proveniente de la publicidad que él mismo vendía. El asunto no era malo porque el cronista deportivo aprovechaba su influencia, su rol de ídolo y vendía su imagen. Ningún pecado hasta ahí. Era una relación normal, de tipo empresarial, donde en ningún momento se traspasaban los linderos del periodismo. Pero las complicaciones vinieron cuando los medios de comunicación, radio especialmente, vieron tan bueno el “negocio” que ya extendieron el “privilegio de vender” a todo el mundo. Locutores, controles y hasta los porteros de las emisoras tenían la prebenda del cupo. Llegó un momento en que una empresa radial decía por boca de sus flamantes ejecutivos: ”quien venda, viaja a tal evento”. Y no se les caía la cara de la vergüenza. Echaron a un lado la capacidad del periodista por los resultados económicos.

Lo grave es que este es el esquema dominante hoy. Ya no miden cuantos radios enciende un buen periodista. Sólo importa cuánto puede vender.

En ese orden de ideas, el periodismo se ha convertido en un bazar de oferta y demanda. No importa que el periodista se llame Wbeimar, Santy, Gustavo o Arley…, su capacidad no vale, pues lo importante es lo que produzca ese individuo mensualmente. Lo peor, cuánto puede vender. ¡Y tiene que vender, usted señor periodista deportivo !. “usted tiene que financiar su propio espacio, porque los vendedores de la empresa andan “ocupados” ofertando los noticieros, los musicales, y otras cosas” que, según las empresas, son más rentables que los programas o las trasmisiones deportivas.

Ha llegado a tal punto la presión sobre los periodistas deportivos, que las grandes cadenas (CARACOL y RCN), van eliminado el “periodista-empleado” , y simplemente venden espacios Y transmisiones. Me explico: Sus programas diarios y sus transmisiones valen equis suma; quien los pueda pagar se encarga de los mismos. Viene la parte ética del periodista: Si éste sabe conservar su distancia ante los compradores de pauta o anunciantes no pasa nada. Caso Wbeimar.

Pero cuando se va a solicitar dicho aviso publicitario con el dejo lastimero de muchos (por ejemplo “ayúdeme que estoy colgado con el pago del arriendo”) , ahí sí el periodista pierde su calidad. Pasa a ser un vendedor, y mientras más venda y más se arrastre como un mendigo es considerado el “chacho” de la empresa.

Lo peor de todo es que cada día el periodismo cae en manos de mediocres cuyo único merito es vender cuñas.
Otro capitulo es cómo la venden: Rogando, implorando, casi llorando ( unas veces sin el casi). Sin un mínimo de dignidad y, obviamente, olvidando postulados éticos, porque lo importante es vender.

Ahora cabe una pregunta: ¿ El periodista-empresario es algo bueno o es malo? . Es bueno cuando el periodista no olvida su profesión. Cuando mantiene su independencia crítica. Cuando oferta por una cuña para su programa, sin comprometer su función. Es decirles simplemente un cliente: te ofrezco mi programa que tiene tal sintonía, que llega a tanto público, para que anuncies tu producto. Hasta ahí.

Cuando empieza a rogar por la “cuñita”, a sobar la chaqueta del potencial comprador, ya se perdió el respeto. Es el instante en el quien va a comprar comienza a mirar por encima del hombro, a recriminar ( “Cómo le das de duro a Nacional, que es el equipo. ¡Mérmale!”).

Llegan a limitar la libertad del periodista: “Te escuché hablando tan mal de Juan Pablo Montoya. ¡ No fregués, estás muy equivocado!”. Y termina el eventual comprador de la cuña publicitaria, con una frase muy manida: “voy a ver como te puedo ayudar”. Al otro día, ya el periodista convertido en vendedor, cambia su criterio: “Qué maravilla es Nacional”, “ ese Juan Pablo Montoya es el mejor automovilista del mundo”. Allí no se puede hablar de un periodista. Esta es una persona que cambió su rol esperando que le llegue la salvadora cuña. Si la logra la empresa sólo acata a decir: “Fulanito de tal es un verraco periodista, tiene 50 cuñas en el programa”. Pero, y se habrán preguntado: ¿ cuántos oyentes tiene?

martes, 24 de abril de 2007

Etica y Verdad: ¿Pilares del periodismo?

( Reflexión acerca de la verdad y la ética en el periodismo colombiano y su papel en el momento de crisis actual)

" La verdad puede, es cierto, tenerse sobre un pie: pero sobre
dos marchará y hará caminos"
(F. Nietzche)

" Un periodista puede mentir y seguir siendo humano,
pero dejará, de modo automático, de ser periodista"
( Juan José García Posada- El Colombiano)

"Sin altos ideales éticos un periódico no sólo queda
desprovisto de sus espléndidas posibilidades de servicio
público, sino que puede convertirse en un serio peligro
para la comunidad"
( Josepth Pulitzer)

Por: Roosevelt Castro B §

La verdad 1y la ética son asuntos inagotables. Desde sus conceptualizaciones hasta "sus puestas en marcha" surgen una serie de dificultades en todo sentido.
Desde el pensamiento helenístico hasta nuestros días de globalización cultural, dada por los grandes avances tecnológicos, como la Internet, ha sido tema de discusiones acaloradas, que en vez de polarizar sus conceptos, más bien, los enriqueció.

El profesor Arturo Giraldo, en su curso de contexto "Periodismo 1", no se quedó al margen y nos cuestionó al respecto:

¿ El periodismo ..para qué? o mejor ¿Cuál es la responsabilidad ética del periodismo?. El interrogante surgió a raíz de la presentación de una reflexión acerca de un problema que tuviera que ver con el periodismo y cuyo enfoque se direccionó a una reflexión realizada acerca del texto "yo acuso" del periodista francés Emile Zolá.

A ojos vistas el problema planteado pareciera tener solución en este texto de Zolá, pero hay otras preocupaciones subyacentes en ello y ya lo habíamos indicado que: "..la verdad y la ética son asuntos inagotables. desde sus conceptualizaciones hasta "sus puestas en marcha" surgen una serie de inconvenientes..." por ello hay que mirar con una "perspectiva histórica" nuestro problema de la verdad, para entenderla en el marco de crisis institucional de nuestro país2, articulado ello, también, al interrogante planteado por el profesor Giraldo y que tiene que ver con nuestro quehacer ético.

PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LA VERDAD.

Una mirada macro acerca del problema de la verdad en la cultura occidental, nos la muestra el investigador Daniel Boorstín en su texto titulado " Cazadores de la verdad "3, para entenderla en esa perspectiva histórica que hemos querido darle a nuestro problema.
Ya el profesor Arturo Giraldo nos había indicado que, ante lo inaprehensible de la situación, le hiciéramos una mirada tangencial y sucinta acerca del problema de la verdad en el marco de la cultura de occidente.

Boorstín dice que estamos atrapados entre dos eternidades: "...el pasado que se esfumó y el futuro que se desconoce.." 4 por ello el hombre nunca deja de indagar acerca de su comportamiento y su rumbo.

"Es que enfrentarse al problema de la verdad, es enfrentarse al problema del conocimiento”, es la afirmación que hace el filosofo Hispano Sergio Rábade5

Pero, volviendo a Boorstín, y articulándonos a la perspectiva genérica que hace acerca de la verdad podemos indicar los tres grandes estadios por los que ha pasado nuestra cultura occidental en su búsqueda.

El primero es la herencia - casi que heroica, como lo indica Boorstín - de los investigadores individuales inspirados en los profetas y los filósofos. La cosmovision primordial de los profetas no sólo estaba ha " ser simples vaticinadores del futuro sino ser reveladores del propósito de Dios.."6. En él - o sea en Dios - estaba inscrita la verdad y a él se debía obediencia, dada especialmente por la ley mosaica de los mandamientos.

La segunda gran época de indagación acerca de la verdad no se buscó el propósito en la visión individual de los profetas, ni en la razón del hombre, se apeló más bien a éste en sociedad.
Este quiebre de lo individual y personalizado en la cosmovisión profética a lo colectivo se empezó a jalonar desde finales del siglo XIV, cuando surge en Europa del oeste el movimiento humanístico de "El Renacimiento" y coadyuvado por los grandes descubrimientos territoriales, incluyendo el de América.

La civilidad, lo colectivo empieza a " tener sentido”, ese espíritu de búsqueda - según Boorstín- sin fanatismos ni ortodoxia, construyó la civilización y enriqueció la humanidad7

Como resultante de "Su" manera de racionalizar "su" cosmovisión, la cultura occidental tuvo que abdicar, por así decirlo, el control de su propio futuro en favor de las "fuerzas históricas”. Vale decir: las fuerzas de la historia dominan el devenir humano y se convirtieron, de alguna manera, en "las nuevas profetas”. Según lo indica Daniel Boorstín: " ...las ciencias sociales y humanas -como la historia, agregaríamos nosotros - asumieron el antiguo papel de los profetas: el de la predicción..." 8

Este sería el tercer estadio del que habla Boorstín acerca de " la búsqueda de la verdad " por parte de la cultura occidental.

ZOLÁ : UN INTELECTUAL COMPROMETIDO CON LA VERDAD

En este último contexto surge el escritor Francés Emile Zolá, a quien dedicaremos buena parte de esta reflexión, pues consideramos que nos da buenas luces acerca de nuestros problemas: la ética y la verdad.

Zolá enfatiza la ética en el periodismo como "La verdad está en marcha".

Cien años después de la aparición del "Yo acuso", en la primera plana de "Le Fígaro" de París, el artículo del escritor y periodista Francés mantiene vigencia como una producción ejemplar de crítica independiente y del compromiso de un intelectual con la causa de la verdad y la justicia (ese debe ser del periodista).

Este valeroso comentario de Zolá en defensa del capitán del ejército Francés Alfred Dreyfus, reo del delito de traición por su condición de judío, ofrece hoy en día una importante reflexión a periodistas y lectores.

Esta denuncia histórica en contra del racismo de Zolá sirvió para mostrar el grado de corrupción a que había llegado la justicia francesa del siglo pasado.
El escritor galo dejó constancia de su indignación por la condena y deportación a Cayena del presunto espía Alfred Dreyfus, un capitán, de origen judío y descendiente de una familia de Alsacia, que fue sentenciado a cadena perpetua en 1894, sin que hubiera pruebas suficientes para el veredicto. Dos años después del fallo, su inocencia quedó demostrada, pero algunos de los estamentos políticos de la sociedad francesa no admitieron su error.

Zolá murió envenenado (¿será que la verdad "envenena?”) dejando éste legado interesante para nuestro quehacer diario 9


EL PROBLEMA DE LA VERDAD EN EL PERIODISMO COLOMBIANO: ¿ UN ASUNTO ÉTICO?

Pero, y volviendo al interrogante inicial, ¿cuál sería, entonces, la responsabilidad ética de la comunicación?.

A este interrogante surgen otros: ¿Es posible la "construcción" y la aprehensión de la verdad? ¿Conviene decir la verdad en este país salpicado por la violencia? ¿Qué papel desempeñan los medios en el momento de crisis actual?.

Jesús de Nazaret decía hace más de 20 siglos: "La verdad os hará libres". Para lograr "ser libres" debemos encontrar esa verdad inter-subjetiva. , es decir esa verdad que habita en cada uno de nosotros y ayudarla a "construir". No una verdad sesgada por el miedo o dada por las "clases hegemónicas", vale decir: Gobierno, militares, grandes grupos macro-económicos que "gobiernan" los diferentes medios de comunicación y por ende "la verdad".

Quiero compartir con ustedes esto que decía el periodista Luis Alirio Calle, en el seminario "Comunicaciones hacia el 2000" realizado por Cicrodeportes Antioquia en diciembre de 1994, y tomando a su vez al escritor Polaco Ryszar Kapuscinki: "... El periodismo es una profesión apasionante, es cierto, pero si sólo la mueve la emoción está lejos de cumplir su cometido, si a ésta sumamos el conocimiento, entonces el resultado puede ser realmente importante...".

"En medio de guerras y de revoluciones" - sigue el polaco- el periodista no puede quedar a la mitad, porque de manera automática está con alguno de los grupos involucrados, que están tomando partido, y debe también tomar partido, no puede ser testigo impasible, debe tener eso que en sociología se llama empatía. Es decir, tiene que identificarse con unos o con otros. La gente te observa cuando llegas a un país en conflicto, observan tu actitud, ve si te identificas con ellos, si compartes sus dolores, sus peligros, si entiendes sus problemas, si es así, ellos se abren, te tratan de ayudar, de explicar; pero si te ven con actitud fría, desdeñosa, como a alguien que se aleja de ellos, entonces se cierran y jamás podrías llegar a entender lo que está pasando allí, no podrías llegar al fondo. Para poner un ejemplo: Si estás digamos en la capital, pero la guerra se desarrolla fuera de ella y no hay manera de llegar al frente, nunca podrías conseguirlo a menos que sea con su ayuda, que es siempre voluntaria. Aquí no es cuestión de dinero, es simplemente que les gustas o no les gustas, y les gustan cuando sienten que lo que hacen, por lo que luchan y mueren, es también importante para ti. Si se te abren pueden sobrevivir sin dinero, sin nada, llegar a cualquier lugar, entrevistar a cualquier líder. Claro está que todo esto no fue hecho conscientemente por mí, que dijera: Bueno, voy a comunicarme con esa gente, a compartir sus dolores para que me lleven al frente. ¡No, no; , eso debe estar en el carácter del reportero.

Es como un proceso natural: empiezan cien por decir un número, y la verdad y la experiencia los van eliminando. Algunos no se sienten vinculados, apasionados o comprometidos, o les parece que es una vida muy peligrosa.

Porque para llegar a la verdad esta tiene que ser en verdad algo más importante que la vida, y sólo teniendo esta actitud es posible trabajar como periodista en países agitados y peligrosos"10

Hasta ahí Kapuscinsky. Quiero resaltar de la cita lo que plantea el hombre sobre el compromiso. Es que un periodista cuyo compromiso es sólo consigo mismo, está haciendo un negocio.

A ver, yo les digo, que creo, que independientemente de que merezcamos un sueldo bueno, nosotros tenemos que manejar estos con más criterio de entrega a la gente que a los poderosos, a la fama, al dinero. La comunicación social, especialmente la periodística, cada día pesa más sobre la sociedad. Si hay un manejo de ética, ello le dice a uno que es así. Yo les digo que yo no aspiro a enriquecerme con el periodismo. Si llega a sucederme que consiga dinero en virtud de esa profesión, les digo que eso sucederá sin el sacrificio de mi independencia, de mis ganas de servirle a la gente, sobre todo a la gente que tiene algo que perder frente a los factores o instancias de poder11

Y frente a la fama tengo el siguiente criterio: Gánatela, y que sus efectos surjan de que la gente te cree, y te busca porque tu ayudas a entender las cosas, ayudas a saber.

Para terminar, y generar el debate -aspiro a ello-, les quiero decir esto que había dicho el colega Luis Alirio Calle: " El servicio de información es como el servicio de acueducto, no basta con que le lleven el agua a uno a la casa; es fundamental que esa agua no me dé diarrea o amibiasis o cólicos o muerte". 12

A veces por el afán de "chiviar" 13, tener fama, ser estrellas, causamos con la información diarreas, amibiasis, cólicos o muerte.

Una última cosa, y acordándonos de Kapuscinski: Él dice que uno tiene que tomar partido. Puede que sí, pero ese partido no es propiedad de los liberales, de los conservadores, ni de los comunistas, ni de los guerrilleros, tampoco de los taoístas, ni de los católicos.

Los periodistas, más que tomar partido, debemos tomar parte, o mejor, hacer parte de.... ese proceso de transformación sinónimo de vida, de saber, de estar juntos, de que no nos dominen sobre todo con el miedo y el escándalo.

Sí, nosotros los periodistas "debemos ser" mediadores con la verdad; no "exclusivista" no "partidista", "no excluyente". Una verdad contrastada, es decir "mirándole todos los claroscuros de la realidad y desde diferentes perspectivas", para "contribuir a que las personas tengan una comprensión del mundo "14 como lo indicara el profesor Arturo Giraldo en su curso de contexto de " Periodismo 1" de la facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, del segundo semestre del 2.000.

En resumen: La construcción de la verdad será posible desde la sumatoria de versiones que la hagan aprehensible y la convierten en un paradigma ético del ser humano y en especial de nosotros los periodistas.

LA VERDAD EN UN PAÍS EN CRISIS: ¿LA CRISIS DE LA VERDAD?

Pero.... a todas las consideraciones anteriores vale la pena preguntarnos: ¿Es posible la construcción de la verdad en los momentos actuales en que vive el país? O mejor dicho ¿qué papel desempeñan los medios de comunicación y el periodismo en sí, en el momento de crisis que vive Colombia?.

Parece paradójico, y aunque suene a perogrullada, lo cierto es que el papel de los medios de comunicación debe ser el mismo que en los momentos que no hay crisis y ese papel consiste en informar y en especial de formar criterios y una verdadera opinión pública.

Pero acá en Colombia, como en muchos países que abordamos los conceptos liberales incluyendo la manida "libertad de expresión, ese papel de informar no se cumple. Mejor dicho se cumple a medias, sufriendo tergiversaciones o cumpliendo con otras funciones diferentes como la agitación, la propaganda y el control. En otras ocasiones sesgado ese "libre derecho a informar y ser informado", consagrado en nuestra constitución política, por los grandes grupos macroeconómicos, o los brazos armados: Bien de los gobiernos de turno, o de la guerrilla, o de los grupos paramilitares.

Es que "decir la verdad" en este país es, hasta cierto punto, peligroso15. Bien lo decía el viejo aforismo anglosajón: "En las guerras la verdad es la primera víctima". Entonces...¿cuáles son las razones además de las anteriormente anotadas, por las que la prensa Colombiana ha sólido falsear y tergiversar la verdad?.

El periodista Bogotano Antonio Caballero cita algunas16:

".....las razones son varias: Unas inocentes y otras no", -arguye el prestigioso Columnista- y nos "recalca" entre las inocentes ("...o culpables por ser estúpidas") la preocupación por lo que llaman "La imagen":

"A causa de esa preocupación estúpida, no se deben publicar cosas que, aunque sean ciertas, puedan contribuir a dañar la imagen del país en el exterior o, en el interior, puedan contribuir al desprestigio de las instituciones”.

Como quien dice "estaríamos haciendo un periodismo institucional", no para la gente o mejor dicho para que la gente se piense. Tremenda falacia esa de estar al lado de las clases hegemónicas "quemándoles incienso" y ocultando toda la corruptela de las instituciones públicas ó la filtración de dineros del narcotráfico a las diferentes campañas tanto presidenciales, como parlamentarias o de otra índole.

"Esto huele a podrido", decía un vecino que se abstuvo de dar su nombre por el temor a represalias. Y es que ese temor cómplice es el que también ha logrado polarizar la verdad, pero más adelante nos ocuparemos de ello.

"...la intención deliberada de manipulación y engaño para favorecer a intereses políticos, económicos o sociales específicos, intereses que se suelen disfrazar de intereses patrióticos y con ese disfraz empieza ya el falseamiento culpable de la realidad... " 17 La anterior es otra de las razones que esgrime el periodista Antonio Caballero para que se tergiverse y falsee la verdad. Ya nosotros lo habíamos indicado cuando expresábamos que la verdad, y más que la verdad, el periodista y su verdad se ponían al servicio de las clases hegemónicas.

Estamos haciendo un periodismo no para convocar a la reflexión, poco o nulo en la crítica, demasiado farandulero o Light 18, donde lo más importante es la forma y no el contenido, donde es más importante el periodista que la información que está generando.

Un ejemplo de lo anterior es el "despliegue periodístico" que se le dio al vasazo de agua que le propinó el excandidato presidencial Antanas Mockus al otro excandidato Horacio Serpa Uribe, en la campaña presidencial de hace dos años en nuestro país.

Ya lo había manifestado el columnista Plinio Apuleyo Mendoza que "hechos como el anterior son noticia" y hace la siguiente reflexión: "... las propuestas para darle otro rumbo al país, para castigar el gasto público o enfrentar la subversión y la inseguridad, no tienen entre nosotros, definitivamente, mayor interés mediático. Su cubrimiento requeriría de un periodismo con cierta capacidad analítica para separar el grano de la paja de la retórica..."19

Seguimos navegando en el mar de la mediocridad o cegados por los Flashes de la fama, cosa que se nos antoja demasiado facilista y de poco valor ético.


GABO Y SU COMPROMISO CON LA ÉTICA

Hay un pecado capital que ronda en el periodismo: la soberbia. Muchos de los estudiantes que se matriculan en las facultades de comunicación social de las diferentes universidades del país padecen este mal.

El Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, criticó muy duramente a las instituciones de educación superior que imparten el conocimiento de esta "región" del saber . Les hizo un llamado a la reflexión y al auto análisis para que repensaran en su " deber ser" (vale decir: en su componente ético), pues, según él, les han "apostado" más a la técnica y menos a la comprensión, a la formación y la interpretación misma de la realidad. Es decir: se ha perdido esa curiosidad por la vida.

A lo anterior se le suma las carencias en lo humanístico, lo contextual, lo sensible: " Se piensa que el único interés de los alumnos es del oficio como fin en sí, desvinculado de la realidad y de sus problemas vitales y que prima un afán de protagonismo sobre la necesidad de investigación y de servicio "20, como lo expresa el mismo Nobel colombiano.

Se ha sacralizado la palabra en manos de unos pocos llamados, ahora, comunicadores sociales-periodistas, en detrimento de la interdisciplina que posibilite, al menos, hacer aprehensible la realidad a muchos de los perceptores de sus mensajes. Han perdido su norte. La soberbia, el orgullo y la vanidad de poseer los "medios" los han cegado.

Otro de los pecados capitales, por así decirlo, es la falta de creatividad. Como el mismísimo Gabo lo indica: " ..mientras no se admita que el sustento vital del periodismo es la creatividad, y por valoración semejante a la de los artistas"21.

Romper el esquema, quebrar el paradigma, fusionar conceptos que parezcan inverosímiles, en fin: " salir del cascarón" es la manera más sencilla, y a la vez complicada, de ser creativos, pero estamos nadando en el mar de la mediocridad, del facilismo, del " todo está hecho" y " nada hay nuevo bajo el sol".

La vocación de servicio, la mística, el re-conocimiento del otro como elemento importante en su "quehacer diario" no lo tienen claro. " La deshumanización es galopante”, expresa el escritor de Aracataca (Magdalena) y más adelante recalca: " ..el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad"22.

Jairo León García, Jefe de redacción del periódico " El Mundo, al igual que Arturo Giraldo, Vicedecano de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, coincidieron con el Nobel colombiano al decir que el periodista debía " untarse de vida"; vale decir: ser sensible con lo que le rodea y no cometer ese pecado capital que tanto le corroe como lo es la soberbia.

Y concluimos con Fernando Savater, Kapuscinsky y Zolá:

"....lo primero que hay que dejar en claro es que la ética de un hombre libre nada tiene que ver ni con los castigos ni los premios repartidos por la autoridad que sea (...) El que no hace más que huir del castigo y buscar la recompensa que dispensan otros, según normas establecidas por ellos, no es mejor que un pobre esclavo...." 26

"... Para llegar a la verdad esta tiene que ser en verdad algo más importante que la vida, y sólo teniendo esa actitud es posible trabajar como periodista en países agitados y peligrosos.." 27

"La verdad está en marcha y nada la parará.." 28 .


BIBLIOGRAFIAS.


ABREU SOJO, Ivan.
¿ Es posible activar la conciencia ciudadana por medio
de la opinión pública a través de los mass media?
En: Revista Latina de Comunicación Social.
La Laguna (Tenerife), octubre de 1.999. No. 22.

APULEYO MENDOZA, Plinio.
"El vaso de agua"
En: Revista Semana, Bogotá, Septiembre de 1.997.pag. 64.

BOORSTIN, Daniel J. " Cazadores de la verdad"
En: Lecturas Dominicales, El Tiempo.
( Bogotá, febrero 22 de l.988, pags 6-8)

CABALLERO, Antonio.
"El papel de los medios de comunicación en el momento de crisis "
En: Revista Número. Vol. 10. (Junio-agosto 1.996) pags. 8-10

CALLE, Luis Alirio. Ponencia: "La desmitificación del periodista"
Seminario: Comunicaciones hacia el año 2.000.
Cicrodeportes- Antioquia, 1.994. ( hojas fotocopiadas).

CAPELLA, Daniel.
"El periodismo es un oficio peligroso"
Entrevista a Gabriel García Márquez.
En: Literario Dominical, El Colombiano.
(Medellín, 11 de enero de 1.998. pags. 4 y 5)

DUMMETT, Michael.
"La verdad y otros enigmas"
Traduc.: Alfredo Herrera Patiño.
México: Fondo de Cultura Económica, 1.978. pags. 65-90

ESCOBAR JARAMILLO, Verónica.
" críticas y discusiones alrededor de la verdad"
En: Literario Dominical, El Colombiano.
( Medellín, 15 de febrero de 1.998. pags. 12 - 13)

GARAY SALAMANCA, Luis Jorge.
"La transición hacia la construcción de sociedad. Reflexiones en torno a la crisis Colombiana "
(S.F), Santafé de Bogotá, 1.999. ( Hojas fotocopiadas)

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “El Periodismo: El mejor oficio del Mundo”
(hojas fotocopiadas)

GARCIA POSADA, Juan José.
" Cien años del YO ACUSO de Zolá: LA VERDAD EN MARCHA"
En: Literario Dominical, El Colombiano.
(Medellín, 18 de enero de 1998. pags 2-3)

..................................................
"La dimensión hermenéutica del periodismo"
En: Literario Dominical, El Colombiano.
(Medellín, 17 de noviembre de 1.996. pags. 2-3)

..................................................
"La verdad, obsesión de aquí y ahora"
En: Literario Dominical, El Colombiano.
´(Medellín, 8 de septiembre de 1.996)

.................................................
" Una cierta prensa no es una prensa cierta"
En: Literario Dominical, El Colombiano.
(Medellín, 7 de septiembre de 1.997. pag. 3)

..................................................
"La verdad en tiempos de distorción"
En: Literario Dominical, El Colombiano
( Medellín, 8 de febrero de 1.998. pag. 3)

GIRALDO, Arturo.
Notas del curso PERIODISMO 1.
Universidad de Antioquia, 2000-2.

GOMEZ GARCIA, Juan Guillermo.
Émile Zolá: El intelectual, conciencia vigilante.
En: Magazin Dominical, El Espectador.
( Bogotá, 8 de noviembre de 1.998. pags. 14-15)

MEZA, Gilberto. "El periodismo como historia".
Entrevista a Ryszard Kapuscinski.
En: Magazin Dominical, El espectador.
( Bogotá, 1.989.pags. 3-13)

PEREZ, Dora Edith.
Entrevista-reflexión realizada por Roosevelt Castro para el curso de periodismo I de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, en diciembre de 2.000

PULITZER, Josepht.
La idea fundacional de Joseph Pulitzer.
Planeando una escuela de periodismo.
Alma Mater. Colección DOCUMENTOS No. 3.
Medellín, Universidad de Antioquia, 1.999. 48 pags.

QUINE, Willian Van Orman.
"La Búsqueda de la verdad"
Traduc.: Javier Rodriguez Alcázar.
Barcelona: ED. Crítica, 1.990. pags.119-152

QUINTANILLLA, Miguel.
Diccionario de Filosofía Contemporánea.
Salamanca: ED. Sígueme, 1.976. pag. 477.

RÁBADE ROMERO, Sergio.
"Verdad, conocimiento y ser"
Madrid: ED. Gredos, 1.965. pags. 15-179.

RESTREPO, Javier Darío.
" ¿ Cuánto cuesta una chiva? ".
En: "EL TIEMPO" (febrero 14 de 1.999) pag. 2A.

.......................................................
" Entre el poder y el servicio".
En: "EL TIEMPO" (febrero 7 de 1.999) pag. 2A.

SANCHEZ LOZANO, Carlos.
"El ministro Enamorado y el periodismo cínico"
(s.p.i) ( Hoja fotocopiada)

SCHAFF, Adam.
"Historia y Verdad"
México: ED: Grijalbo, 1.974. pags. 103-114.

SAVATER, Fernando.
“Ética para Amador”
Barcelona: ED. Ariel, 1995. 192 pag.

SIERRA, Zulma Andrea.
“Roosevelt Castro le saca roja a la violencia”
En: periódico “La gente de EL COLOMBIANO” (febrero de 2.000), Pag. 6

SORIA, Carlos.
“La ética de las palabras modestas”
(hojas fotocopiadas)

SPITALETTA, Reinaldo.
" De lo light y otras ligerezas"
En: El Colombiano (Medellín, 28 de febrero de 1.999) pag. 3D.

ZOLÁ, Émile.
" Yo acuso"
Barcelona: ED: Drafus. 1998


-----------------------------------------------

§ ROOSEVELT CASTRO B. Comunicador social-periodista e historiador de la Universidad de Antioquia. Ha hecho parte de diferentes proyectos periodísticos tanto en radio como en prensa. Fundó, en su colegio, el periódico “El Ideal Juvenil”, y fue cofundador de la revista deportiva “Goles y comentarios”, además, realizador y creador de otra publicación deportiva llamada: “Sólo... Fútbol Aficionado”. Ha publicado en las revistas :”Tribuna del Hincha”, “ Cierto”. .Los periódicos: “ Ruta Omega”, “ Good News From Colombia” y en los programas deportivos: “Goles y Comentarios”, “ Pantalla deportiva”, “Deporte – Deporte”, “ Gente, Deporte y Punto”, “ Hora trece del deporte”, “Sábados de fútbol Aficionado”, Las últimas incursiones en radio deportiva han sido “El Despelote Deportivo” ( Una fusión de deporte y humor, con transmisión radial desde el estadio Atanasio Girardot) y Los lideres del Deporte” ( Espacio radial que quiere mostrar la cara humana del deporte).

Actualmente adelanta varios proyectos entre los que se cuentan: “ La Gran Ciudad” (Conjuntamente con Carlos Alberto Bermúdez, es un espacio radial que pretende construir ciudad con un periodismo serio y reflexivo)“ Goles, sólo goles” ( Un espacio que pretende ser pionero de radio deportiva en la Internet en Colombia), “El pitazo final” ( un proyecto fílmico que quiere mostrar el submundo del fútbol en Medellín), “Fútbol Aficionado” ( Una publicación deportiva , especializada en balompié aficionado ), “El sueño de los pibes” ( Proyecto radial que busca rescatar las ilusiones de muchos niños y adolescentes para convertirse en futbolistas profesionales. Además, ir en la búsqueda de esos “Héroes anónimos” que se desgastan psíquica, anímica y económicamente por el fútbol aficionado y no tienen un reconocimiento importante a su labor) “Tarjeta Roja a la violencia”( Proyecto de campaña tendiente sensibilizar a los amantes del fútbol para bajar los niveles de agresividad y violencia en el Atanasio Girardot.) Hace parte del capitulo universitario de la Asociación Colombiana de Redactores Deportivos (ACORD-Antioquia)

1 . Se ha dicho, casi que hasta la saciedad, que " el periodista escribe la HISTORIA diariamente”. Bajo este postulado trataremos de articular el problema de la verdad en el periodismo de Colombia, haciendo una serie de cuestionamientos que nos lleven a otro más complejo: el de la objetividad.
El perfil que le daremos a nuestro trabajo tendrá como piedra angular, en lo conceptual, esta situación. Para lo anterior nos basaremos en varias de las precisiones que hace el historiador Polaco Adam Schaff.
El historiador polaco hace unos atinados planteamientos entre las relaciones del sujeto cognoscente, objeto y conocimiento. Vale decir: Schaff hace una serie de análisis de diferentes modelos de relación cognoscitiva para llevarlo directamente a la solución de otros más complejos como el del conocimiento verdadero y la verdad(eje central de nuestra reflexión).
Schaff, en su libro " Historia y verdad" plantea, entonces, un interrogante inicial acerca de la objetividad: ".....¿ Se puede afirmar la objetividad del conocimiento, queriendo decir con ello que posee no sólo una validez individual sino también universal, que es emotivamente incoloro e imparcial, cuando se admite al mismo tiempo que el sujeto cognoscente, como producto de las relaciones sociales, desempeña un papel activo en el proceso del conocimiento e introduce siempre en éste algo que procede específicamente de él, es decir un elemento subjetivo?..."
El historiador Polaco lo contesta con un sí y un no. Veamos:
" ..Todo depende del grado de precisión con que empleemos la expresión de Conocimiento objetivo: Sí, si no la empleamos en sentido absoluto. No, si la empleamos en categorías absolutas..", indica Shaff.

Después de contrastar entre objetividad entendida como ausencia parcialidad y de coloración emotiva con la partipacion activa del sujeto cognoscente, Adam Schaff concluye que el conocimiento científico que surge como valedero, y por ende verdadero, es, casi que silmultamente, " objetivo-subjetivo" y nos indica: "...objetivos con respecto al objeto a que se refieren y del cual son el "reflejo" especifico y por su validez universal relativa y por su eliminación de coloración emotiva; subjetivos, en un sentido más general, debido a la participación del sujeto cognoscente..."

SCHAFF, Adam.
"Historia y Verdad"
México: ED: Grijalbo, 1.974. págs. 103-114.

Muy unido a lo anterior podemos, entonces, indicar que el problema de la verdad lo abordaremos no sólo desde la perspectiva del " conocimiento verdadero" y su problema subyacente, el de la objetividad sino, además, lo ubicaremos desde esa forma más acorde al realismo gnoseológico de entender el concepto de "Verdad " con su forma más acorde, que viene dada por la teoría Aristoteliana de la adecuación o correspondencia; pues según ella: " ..un enunciado es verdadero si lo que se dice se adecua o se corresponde con la realidad...".


QUINTANILLLA, Miguel a.,
Diccionario de Filosofía Contemporánea.
Salamanca: ED. Sígueme, 1.976. pag. 477.

Bajo éstos miramientos harán una deconstrucción conceptual del problema de la objetividad y con ello el de la verdad, entendidos, a su vez, como procesos y no como puntos de llegada.

2 Una serie de problemas que caracterizan un proceso de destrucción social y que sirven de marco a la crisis institucional y política que vive el país nos la hace ver el investigador Luis Jorge Garay Salamanca, en su ensayo titulado: "La transición hacia la construcción de sociedad. Reflexiones en torno a la crisis Colombiana ". Veamos algunos:

La creciente supeditación de lo público, la desinstitucionalización del estado, la perdida de convivencia ciudadana, la transformación del conflicto armado y el narcotráfico.

GARAY SALAMANCA, Luis Jorge.
"La transición hacia la construcción de sociedad. Reflexiones en torno a la crisis Colombiana "
(S.F), Santafé de Bogotá, 1.999. ( Hojas fotocopiadas)

3 BOORSTIN, Daniel J. " Cazadores de la verdad"
En: Lecturas Dominicales, El Tiempo .
( Bogotá, febrero 22 de l.988, pags 6-8)

4 IBID . pag. 6

5 RÁBADE ROMERO, Sergio.
"Verdad, conocimiento y ser"
Madrid: ED. Gredos, 1.965. pags. 15-179.

6 BOORSTÍN, Daniel J. Op. Cit. pag. 6

7 IBID. pag.6

8 IBID. pag.7. El adaptado acerca de la historia es nuestro, acordándonos de una premisa de Marx que dice: " quien no conoce la historia, está condenado a repetirla"

9 Para entender mejor la problemática planteada sugerimos ver a: ZOLÁ, Emile. "Yo acuso". Barcelona. Ed. Grafus. 1998.

10 KAPUSCINSKY, Ryszard. "El periodismo como Historia". Entrevista concedida a Gilberto Mesa y publicada en el Magazín Dominical "El Espectador" en 1989.

11 Un compromiso serio y eficaz del periodismo, en épocas de crisis es, a mi real entender, servir de "garantes" entre los que lo tienen todo con los que nada poseen o lo han perdido todo.
Un ejemplo de ello fue el realizado por el periódico "El Tiempo" una semana después del terremoto de Armenia y reseñado por su" defensor del lector"; Javier Darío Restrepo, en un articulo titulado: " Entre el poder y el servicio". El connotado periodista indica con respecto al periodismo de servicio:
"...En los diarios de los EEUU se está extendiendo la convicción de que ésta característica- la del periodismo de servicio, agregamos- forma parte de las señas de identidad del periodismo moderno. Cuando se examinan sus formas de expresión, la conclusión es que se trata de "un material que induce al lector a actuar", o como lo afirma James Autry, de la editorial Meredith : " Es el periodismo que va más allá de la mera entrega de información (porque) el lector hará algo como resultado de la lectura; eso significa hacer algo que mejorará la vida del lector....".

RESTREPO, Javier Darío.
" Entre el poder y el servicio".
En: "EL TIEMPO" (febrero 7 de 1.999) pag. 2A.

12 CALLE, Luis Alirio. Ponencia: "La desmitificación del periodista"
Seminario: Comunicaciones hacia el año 2.000.
Cicrodeportes- Antioquia, 1.994. ( hojas fotocopiadas).

13 ¿ Cuánto cuesta una chiva?, es el cuestionamiento que se hace el periodista y ex-sacerdote Javier Darío Restrepo, al calor de una reflexión realizada en su tan leída columna "El Defensor de lector", en el periódico capitalino "El Tiempo" .
El interrogante que se hace Restrepo gira en torno a las inmensas "ganas de protagonismo”, que tienen muchos de nuestros colegas, por tener las posibilidades de estar en una toma guerrillera, en cualquier lugar del país. Afirma Javier Darío: "....El periodista, (...), cree estar en posesión de una información de primera mano, pero la realidad es otra: es objeto de una perversa y hábil manipulación...."

RESTREPO, Javier Darío.
" ¿ Cuánto cuesta una chiva? ".
En: "EL TIEMPO" ( febrero 14 de 1.999) pag. 2A.

Otro punto de vista importante acerca de lo que algunos han dado en llamar como “el sindrome de la chiva”, es el expuesto por Carlos Soria, en su libro “ La ética de las palabras modestias”.
Soria indica hay varias razones para ser y no ser ético . Entre una de las que menciona para no ser lo primero es aquella de “la pasión informativa sin medida”:
“..Otras veces, (...)la pasión informativa sin medida cede al egoísmo de sacrificar la ética. La bandera que empuja al holocausto tiene este lema: el fin justifica los medios”. A partir de aquí se busca la información, a cualquier precio; se busca para anticiparse a los demás, a cualquier precio; se busca la exaltación del propio ego; a cualquier precio...”

SORIA, Carlos.
“La ética de las palabras modestias”
(Hojas fotocopiadas) pag. 16

14 GIRALDO, Arturo
Notas del curso "PERIODISMO 1"
Medellín, Universidad de Antioquia, 2000-2.

15 Bien lo decía nuestro Nobel de literatura Gabriel García Márquez, en una entrevista concedida a Daniel Capella hace dos años, que el oficio del periodismo era un asunto peligroso.

CAPELLA, Daniel.
"El periodismo es un oficio peligroso"
Entrevista a Gabriel García Márquez.
En: Literario Dominical, El Colombiano.
(Medellín, 11 de enero de 1.998. págs. 4 y 5)

El último caso de violación al articulo 20 de nuestra carta magna fue el que le ocurrió a la periodista Bogotana, al servicio del periódico "El Espectador", Yineth Bedoya Lima, quien fuera ultrajada, golpeada y vejada por un grupo, al parecer, paramilitar.
En unas declaraciones dadas al canal privado RCN y su programa "La Noche" el pasado 30 de mayo de 2000, Bedoya Lima dijo:
"...hay que seguirle diciendo la verdad al país..."

Otra interpelación fue realizada por el periodista Ignacio Gómez, miembro para la libertad de prensa, en el mismo espacio televisivo:
"....uno espera que su verdad sea publicada...una una verdad que es importante para el país ..."

16 CABALLERO, Antonio. "El papel de los medios de comunicación en el momento de crisis. En Revista Número. Vol. 10 (Junio.Agosto 1996) Pg 8.

17 IBID. Pag 9.

18 Una buena argumentación nos presenta el periodista Reynaldo Spitaleta acerca de lo "Light".
Indica el prestigioso columnista que: “..lo light no es lo frívolo, sino lo vano. Porque, incluso, la frivolidad requiere de un tratamiento brillante..."

SPITALETTA, Reinaldo.
" De lo light y otras ligerezas"
En: El Colombiano (Medellín, 28 de febrero de 1.999) pag. 3D.


19 APULEYO MENDOZA, Plinio. "El vaso de agua". En "Revista Semana".
(Septiembre 1997). Pag. 64.

20 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “El Periodismo: El Mejor oficio del Mundo”. (hojas fotocopiadas).

21 IBID

22 . IBID

26 SAVATER, Fernando.
“Ética para Amador”
Barcelona: ED. Ariel, 1995. 192 pag.

27 . KAPUSCINSKY, Ryszard. Op.cit

28 ZOLÁ, Emile. Op.cit

Periodismo y Narración: Desafios para el siglo XXI

Por: Tomás Eloy Martínez

(Conferencia pronunciada ante la asamblea de la SIP el 26 de octubre de 1997, en Guadalajara, México)

Los seres humanos perdemos la vida buscando cosas que ya hemos encontrado. Todas las mañanas, en cualquier latitud, los editores de periódicos llegan a sus oficinas preguntándose cómo van a contar la historia que sus lectores han visto y oído decenas de veces en la televisión o en la radio, ese mismo día. Con qué palabras narrar, por ejemplo, la desesperación de una madre a la que todos han visto llorar en vivo delante de las cámaras? Cómo seducir, usando un arma tan insuficiente como el lenguaje, a personas que han experimentado con la vista y con el oído todas las complejidades de un hecho real? Ese duelo entre la inteligencia y los sentidos ha sido resuelto hace varios siglos por las novelas, que todavía están vendiendo millones de ejemplares a pesar de que algunos teóricos decretaron, hace dos o tres décadas, que la novela había muerto para siempre. También el periodismo ha resuelto el problema a través de la narración, pero a los editores les cuesta aceptar que esa es la respuesta a lo que están buscando desde hace tanto tiempo.

En The New York Times del domingo 28 de septiembre, cuatro de los seis artículos de la primera página compartían un rasgo llamativo: cuando daban una noticia, los cuatro la contaban a través de la experiencia de un individuo en particular, un personaje paradigmático que reflejaba, por sí solo, todas las facetas de esa noticia. Lo que buscaban aquellos artículos era que el lector identificara un destino ajeno con su propio destino. Que el lector se dijera: a mí también puede pasarme esto. Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de Bangla Desh, el dato nos asombra pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia de una mujer que ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias involuntarias y repentinas. Hegel primero, y después Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres. Esa es la gran lección que están aprendiendo los periódicos en este fin de siglo.

Volvamos ahora a esa primera página de The New York Times, el domingo 28 de septiembre de 1997. Uno de los artículos a los que aludí versaba sobre la situación del Congo después de la caída y la muerte de Mobutu. Empezaba de esta manera: "Cuando Frank Kumbu se levanta cada mañana y observa el mundo desde el modesto escalón de cemento que hay a la entrada de su casa, las imágenes de los chicos jugando en las calles enlodadas, del tránsito con sus estelas de humo, y el ruidoso desfile de soldados, mendigos y bohoneros, le recuerda cómo las cosas fueron durante, más o menos, los últimos veinte años".

El otro artículo, sobre llamadas telefónicas gratis en Europa, estaba fechado en Viareggio, Italia, y estas eran sus primeras líneas: "Filippo Simonelli levanta el tubo de su teléfono, pulsa algunas teclas y una voz ladra en su oído: ¿Pizza recién hecha? Restaurante Buon Amico. Via dei Campi 24'. No, no se trata de una llamada a una pizzería. Es parte de un curioso experimento que ofrece a ciertos europeos llamadas de teléfono gratis a cambio de que acepten oír propagandas comerciales". Un tercero, sobre las tensiones raciales en Estados Unidos, tenía su origen en Durham, North Carolina, y este era su comienzo: "Para John Hope Franklin el problema era enloquecedor: las orquídeas que estaba cultivando desde hacía 37 años en la ventana de su apartamento de Brooklyn morían o se negaban a florecer. Su solución al problema fue típica de su aproximación al estudio sobre las relaciones raciales en América al que le había dedicado toda la vida: leyó todo lo que pudo sobre el tema".

Cuatro de los seis artículos que The New York Times publicó en su primera página ese domingo comenzaban como dije con la historia de un individuo; el quinto artículo narraba la historia de una familia; el sexto daba cuenta de ciertos acuerdos sobre impuestos entre los líderes republicanos del Congreso de los Estados Unidos. Si me detengo en esta característica del periodismo es porque no se trata de algo inusual. Casi todos los días, los mejores diarios del mundo se están liberando del viejo corsé que obliga a dar una noticia obedeciendo el mandato de responder en las primeras líneas a las seis preguntas clásicas o en inglés las cinco W: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué. Ese viejo mandato estaba asociado, a la vez, con un respeto sacramental por la pirámide invertida, que fue impuesta por las agencias informativas hace un siglo, cuando los diarios se componían con plomo y antimonio y había que cortar la información en cualquier párrafo para dar cabida a la publicidad de última hora. Aunque en todas las viejas reglas hay una cierta sabiduría, no hay nada mejor que la libertad con que ahora podemos desobedecerlas. La única dictadura técnica de las últimas décadas es la que imponen los diagramadores, y estos, cuando son buenos periodistas, entienden muy bien que una historia contada con inteligencia tiene derecho a ocupar todo el espacio que necesita, por mucho que sea: no más, pero tampoco menos.

De todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es la duda, la verificación de los datos, la interrogación constante. Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar: esos son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionante del mundo.

La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había sólo un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad. La noticia ha dejado de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho: las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber. Eso no siempre se puede hacer, por supuesto. Hay que investigar primero cuál es el personaje paradigmático de que podría reflejar, como un prisma, las cambiantes luces de la realidad. No se trata de narrar por narrar. Algunos jóvenes periodistas creen, a veces, que narrar es imaginar o inventar, sin advertir que el periodismo es un oficio extremadamente sensible, donde la más ligera falsedad, la más ligera desviación, puede hacer pedazos la confianza que se fue creando en el lector durante años. No todos los reporteros saben narrar y, lo que es más importante todavía, no todas las noticias se prestan a ser narradas. Pero antes de rechazar el desafío, un periodista de raza debe preguntarse primero si se puede hacer y, luego, si conviene o no hacerlo. Narrar la votación de una ley en el Senado a partir de lo que opina o hace un senador puede resultar inútil, además de patético. Pero contar el accidente de la princesa Diana a través de lo que vió o sintió un testigo suponiendo que existiera ese testigo privilegiado sería algo que sólo se puede hacer bien con el lenguaje, no con el despojamiento de las imágenes o con los sobresaltos de la voz.

Sin embargo, no hay nada peor que una noticia en la que el reportero se finge novelista y lo hace mal. Los diarios del siglo XXI prevelacerán con igual o mayor fuerza que ahora si encuentran ese difícil equilibrio entre ofrecer a sus lectores informaciones que respondan a las seis preguntas básicas e incluyan además todos los antecedentes y el contexto que esas informaciones necesitan para ser entendidas sin problemas, pero también o sobre todo un puñado de historias, seis, siete o diez historias en la edición de cada día, contadas por reporteros que también sean eficaces narradores.

La mayoría de los habitantes de esta infinita aldea en la que se ha convertido el mundo vemos primero las noticias por televisión o por Internet o las oímos por radio antes de leerlas en los periódicos, si es que acaso las leemos. Cuando un diario se vende menos no es porque la televisión o el Internet le han ganado de mano, sino porque el modo como los diarios dan la noticia es menos atractivo. No tiene por que ser así. La prensa escrita, que invierte fortunas en estar al día con las aceleradas mudanzas de la cibernética y de la técnica, presta mucha menos atención me parece a las más sutiles e igualmente aceleradas mudanzas de los lenguajes que prefiere su lector. Casi todos los periodistas están mejor formados que antes, pero tienen -habría que averiguar por qué- menos pasión; conocen mejor a los teóricos de la comunicación pero leen mucho menos a los grandes novelistas de su época.

Antes, los periodistas de alma soñaban con escribir aunque solo fuera una novela en la vida; ahora, los novelistas de alma sueñan con escribir un reportaje o una crónica tan inolvidables como una bella novela. El problema está en que los novelistas lo hacen y los periodistas se quedan con las ganas. Habría que incitarlos, por lo tanto, a que conjuren esa frustración en las páginas de sus propios periódicos, contando las historias de la vida real con asombro y plena entrega del ser, con la obsesión por el dato justo y la paciencia de investigadores que caracteriza a los mejores novelistas. No estoy preconizando que se escriban novelas en los diarios, nada de eso, y menos aún en el lenguaje florido y adjetivado al que suelen recurrir los periodistas que se improvisan como novelistas de la noche a la mañana. Tampoco estoy deslizando la idea de que el mediador de una noticia se convierta en el protagonista. Por supuesto que no. Un periodista que conoce a su lector jamás se exhibe. Establece con él, desde el principio, lo que yo llamaría un pacto de fidelidades: fidelidad a la propia conciencia y fidelidad a la verdad. A la avidez de conocimiento del lector no se la sacia con el escándalo sino con la investigación honesta; no se la aplaca con golpes de efecto sino con la narración de cada hecho dentro de su contexto y de sus antecedentes. Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con denuncias estrepitosas que se desvanecen al día siguiente, sino que se lo respeta con la información precisa. Cada vez que un periodista arroja leña en el fuego fatuo del escándalo está apagando con cenizas el fuego genuino de la información. El periodismo no es un circo para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta.

Uno de los más agudos ensayistas norteamericanos, Hayden White, ha establecido que lo único que el hombre realmente entiende, lo único que de veras conserva en su memoria, son los relatos. White lo dice de modo muy elocuente: "Podemos no comprender plenamente los sistemas de pensamiento de otra cultura, pero tenemos mucha menos dificultad para entender un relato que procede de otra cultura, por exótica que nos parezca". Un relato, según White, siempre se puede traducir "sin menoscabo esencial", a diferencia de lo que pasa con un poema lírico o con un texto filosófico. Narrar tiene la misma raíz que conocer. Ambos verbos tienen su remoto origen en una palabra del sánscrito, gna, conocimiento.

El periodismo nació para contar historias, y parte de ese impulso inicial que era su razón de ser y su fundamento se ha perdido ahora. Dar una noticia y contar una historia no son sentencias tan ajenas como podría parecer a primera vista. Por lo contrario: en la mayoría de los casos, son dos movimientos de una misma sinfonía. Los primeros grandes narradores fueron, también, grandes periodistas. Entendemos mucho mejor como fue la peste que asoló Florencia en 1347 a través del Decamerón de Boccaccio que a través de todas las historias que se escribieron después, aunque entre esas historias hay algunas que admiro como A Distant Mirror de Barbara Tuchman. Y, a la vez, no hay mejor informe sobre la educación en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX que la magistral y caudalosa Nicholas Nickleby de Charles Dickens. La lección de Boccaccio y la de Dickens, como la de Daniel Defoe, Balzac y Proust, pretende algo muy simple: demostrar que la realidad no nos pasa delante de los ojos como una naturaleza muerta sino como un relato, en el que hay diálogos, enfermedades, amores, además de estadísticas y discursos.

No es por azar que, en América Latina, todos, absolutamente todos los grandes escritores fueron alguna vez periodistas: Borges, García Márquez, Fuentes, Onetti, Vargas Llosa, Asturias, Neruda, Paz, Cortázar, todos, aun aquellos cuyos nombres no cito. Ese tránsito de una profesión a otra fue posible porque, para los escritores verdaderos, el periodismo nunca es un mero modo de ganarse la vida sino un recurso providencial para ganar la vida. En cada una de sus crónicas, aun en aquellas que nacieron bajo el apremio de las horas de cierre, los maestros de la literatura latinoamericana comprometieron el propio ser tan a fondo como en sus libros decisivos. Sabían que, si traicionaban a la palabra hasta en la más anónima de las gacetillas de prensa, estaban traicionando lo mejor de sí mismos. Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de nueve a doce de la noche y el reportero indolente que deja caer las palabras sobre las mesas de redacción como si fueran granos de maíz. El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. Puede que un periodista convencional no lo piense así. Pero un periodista de raza no tiene otra salida que pensar así. El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos.

Las semillas de lo que hoy entendemos por nuevo periodismo fueron arrojadas aquí, en América Latina, hace un siglo exacto. A partir de las lecciones aprendidas en The Sun, el diario que Charles Danah tenía en Nueva York y que se proponía presentar, con el mejor lenguaje posible, "una fotografía diaria de las cosas del mundo", maestros del idioma castellano como José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío se lanzaron a la tarea de retratar la realidad. Darío escribía en La Nación de Buenos Aires, Gutiérrez Nájera en El Nacional de México, Martí en La Nación y en La Opinión Nacional de Caracas. Todos obedecían, en mayor o menor grado, a las consignas de Danah y las que, hacia la misma época, establecía Joseph Pulitzer: sabían cuando un gato en las escaleras de cualquier palacio municipal era más importante que una crisis en los Balcanes y usaban sus asombrosas plumas pensando en el lector antes que en nadie.

De esa manera, por primera vez, fundieron a la perfección la fuerza verbal del lenguaje literario con la necesidad matemática de ofrecer investigaciones acuciosas, puestas al servicio de todo lo que sus lectores querían saber. Fue Martí el primero en darse cuenta de que escribir bien y emocionar al público no son algo reñido con la calidad de la información sino que, por lo contrario, son atributos consustanciales a la información. Tal como Pulitzer lo pedía, Martí y Darío pero sobre todo Martí usaron todos los recursos narrativos para llamar la atención y hacer más viva la noticia. No importaba cuán larga fuera la información. Si el hombre de la calle estaba interesado en ella, la leería completa.

Si hace un siglo las leyes del periodismo estaban tan claras, ¿por qué o cómo fueron cambiando? ¿Qué hizo suponer a muchos empresarios inteligentes que, para enfrentar el avance de la televisión y del Internet, era preciso dar noticias en forma de píldoras porque la gente no tenía tiempo para leerlas? ¿Por qué se mutilan noticias que, según los jefes de redacción, interesan sólo a una minoría, olvidando que esas minorías son, con frecuencia, las mejores difusoras de la calidad de un periódico? Que un diario entero está concebido en forma de píldoras informativas es no sólo aceptable sino también admirable, porque pone en juego, desde el principio al fin, un valor muy claro: es un diario hecho para lectores de paso, para gente que no tiene tiempo de ver siquiera la televisión. Pero el prejuicio de que todos los lectores nunca tienen tiempo me parece irrazonable. Los seres humanos nunca tienen tiempo, o tienen demasiado tiempo. Siempre, sin embargo, tienen tiempo para enterarse de lo que les interesa. Cuando alguien es testigo casual de un accidente en la calle, o cuando asiste a un espectáculo deportivo, pocas cosas lee con tanta avidez como el relato de eso que ha visto, oído y sentido. Las palabras escritas en los diarios no son una mera rendición de cuentas de lo que sucede en la realidad. Son mucho más. Son la confirmación de que todo cuanto hemos visto sucedió realmente, y sucedió con un lujo de detalles que nuestros sentidos fueron incapaces de abarcar.

El lenguaje del periodismo futuro no es una simple cuestión de oficio o un desafío estético. Es, ante todo, una solución ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el
cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez.

Cada vez que las sociedades han cambiado de piel o cada vez que el lenguaje de las sociedades se modifica de manera radical, los primeros síntomas de esas mudanzas aparecen en el periodismo. Quien lea atentamente la prensa inglesa de los años 60 reencontrará en ella la esencia de las canciones de los Beatles, así como en la prensa californiana de esa época se reflejaba la rebeldía y el heroísmo anárquico de los beatniks o la avidez mística de los hippies. En el gran periodismo se puede siempre descubrir y se debe descubrir, cuando se trata de gran periodismo los modelos de realidad que se avecinan y que aún no han sido formulados de manera consciente.

Pero el periodismo, a la vez como lo saben muy bien todos los que están aquí no es un partido político ni un fiscal de la república. En ciertas épocas de crisis, cuando las instituciones se corrompen o se derrumban, los lectores suelen asignar esas funciones a la prensa sólo para no perder todas las brújulas. Ceder a cualquier tentación paternalista puede ser fatal, sin embargo. El periodista no es un policía ni un censor ni un fiscal. El periodista es, ante todo, un testigo: acucioso, tenaz, incorruptible, apasionado por la verdad, pero sólo un testigo. Su poder moral reside, justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos, denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos.

Responder a ese desafío entraña una enorme responsabilidad. Ningún periodista podría cumplir de veras con esa misión si cada vez, ante la pantalla en blanco de su computadora, no se repitiera: "Lo que escribo es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo no puedo ser fiel a quienes me lean". Solo de esa fidelidad nace la verdad. Y de la verdad, como lo sabemos todos los que estamos aquí, nacen los riesgos de esta profesión, que es la más noble del mundo.

Un periodista no es un novelista, aunque debería tener el mismo talento y la misma gracia para contar de los novelistas mejores. Un buen reportaje tampoco es una rama de la literatura, aunque debería tener la misma intensidad de lenguaje y la misma capacidad de seducción de los grandes textos literarios. Y, para ir más lejos aún y ser más claro de lo que creo haber sido, un buen periódico no debería estar lleno de grandes reportajes bien escritos, porque eso condenaría a sus lectores a la saturación y al empalagamiento. Pero si los lectores no encuentran todos los días, en los periódicos que leen, un reportaje, un solo reportaje, que los hipnotice tanto como para que lleguen tarde a sus trabajos o como para que se les queme el pan en la tostadora del desayuno, entonces no tendrán por qué echarle la culpa a la televisión o al Internet de sus eventuales fracasos, sino a su propia falta de fe en la inteligencia de sus lectores.

A comienzos de los años 60 solía decirse que en América Latina se leían pocas novelas porque había una inmensa población analfabeta. A fines de esa misma década, hasta los analfabetos sabían de memoria los relatos de novelistas como García Márquez y Cortázar por el simple hecho de que esos relatos se parecían a las historias de sus parientes o de sus amigos. Contar la vida, como querían Charles Danah y José Martí, volver a narrar la realidad con el asombro de quien la observa y la interroga por primera vez: esa ha sido siempre la actitud de los mejores periodistas y esa será, también, el arma con que los lectores del siglo XXI seguirán aferrados a sus periódicos de siempre.

Oigo repetir que el periodismo de América Latina está viviendo tiempos difíciles y sufriendo ataques y amenazas a su libertad por parte de varios gobiernos democráticos. En las dictaduras sabíamos muy bien a qué atenernos, porque la fuerza bruta y el absolutismo agreden con fórmulas muy simples. Pero las democracias cuando son autoritarias emplean recursos más sutiles y más tenaces, que a veces tardamos en reconocer. Los tiempos siempre ha sido difíciles en América Latina. De esa carencia podemos extraer cierta riqueza. Los tiempos difíciles suelen obligarnos a dar respuestas rápidas y lúcidas a las preguntas importantes. Cuando Atenas produjo las bases de nuestra civilización, afrontaba conflictos políticos y padecía a líderes demagógicos semejantes a muchos de los que hoy se ven por estas latitudes. Y sin embargo, Aristóteles imaginó las premisas de la democracia a partir de los rasgos que tenía entonces Atenas. En el siglo XVII nadie podía imaginar tampoco hacia dónde se encaminaba Inglaterra. Se sucedían las guerras de religión y de conquista, los reyes iban y venían del cadalso, pero del magma de esas convulsiones brotaron las grandes preguntas de la modernidad y las geniales respuestas de Locke, de Hume, de Francis Bacon, de Newton, de Leibniz y de Berkeley. Del caos de aquellos años nacieron las luces de los tres siglos siguientes.

Algo semejante está sucediendo ahora en América Latina. Cuando más afuera de la historia parecemos, más sumidos estamos sin embargo en el corazón mismo de los grandes procesos de cambio. En tanto periodistas, en tanto intelectuales, nuestro papel, como siempre, es el de testigos activos. Somos testigos privilegiados. Por eso es tan importante conservar la calma y abrir los ojos: porque somos los sismógrafos de un temblor cuya fuerza viene de los pueblos.

Es preciso ponernos a pensar juntos, es preciso ponernos a narrar juntos. Lo que va a quedar de nosotros son nuestras historias, nuestros relatos. Es preciso renovar también las utopías que ahora se están apagando en el cansado corazón de los hombres. Una de las peores afrentas a la inteligencia humana es que sigamos siendo incapaces de construir una sociedad fundada por igual en la libertad y en la justicia. No me resigno a que se hable de libertad afirmando que para tenerla debemos sacrificar la justicia, ni que se prometa justicia admitiendo que para alcanzarla hay que amordazar la libertad. El hombre, que ha encontrado respuesta para los más complejos enigmas de la naturaleza no puede fracasar ante ese problema de sentido común.

Tengo plena certeza de que el periodismo que haremos en el siglo XXI será mejor aún del que estamos haciendo ahora y, por supuesto, aún mejor del que nuestros padres fundadores hacían a comienzos de este siglo que se desvanece. Indagar, investigar, preguntar e informar son los grandes desafíos de siempre. El nuevo desafío es cómo hacerlo a través de relatos memorables, en los que el destino de un solo hombre o de unos pocos hombres permita reflejar el destino de muchos o de todos. Hemos aprendido a construir un periodismo que no se parece a ningún otro. En este continente estamos escribiendo, sin la menor duda, el mejor periodismo que jamás se ha hecho. Ahora pongamos nuestra palabra de pie para fortalecerlo y enriquecerlo.